El naufragio II


Diana nunca se había enamorado hasta el día que conoció a Brenda, las dos estaban mirando el mismo tejido en la tienda de telas. Ella era diseñadora de velas, cada una de las velas las cosía como si fuera una prenda única, siempre teniendo presente en el diseño en papel y en su posterior realización material, la personalidad del dueño de la embarcación y la embarcación misma. Que no siempre coincidían.

Los ojos almendrados de Brenda y su sonrisa infinita, mientras le preguntaba algo tan trivial y cotidiano como - ¿Es buena esta tela?- habían provocado en su piel una descarga casi eléctrica, mientras con toda la naturalidad del mundo le respondía - Si, no están mal- Después vinieron los encargos de Brenda y sus particulares ideas para construir un velero pequeño, veloz y con forma de media luna. Diana, se sumergió en la tarea a la vez que se sumergía en el olor de Brenda, en su piel y en su sonrisa.

Pero ahora Brenda, no estaba, una ola la había arrastrado al mar . Algo dentro de ella, como una certeza imposible le decía que en algún lugar Brenda seguía viva …
Diana con el camisón deshilachado esperaba sentada en la rama del único árbol en la playa, intentando otear a los cuatro puntos cardinales, buscando el pelo encrespado de Brenda, buscándose a si misma, pues no se encontraba… Las palmeras cubrían el resto de la playa y una imagen le vino como una canción, antes de dejarla ocupar su mente, trepo a una palmera y tiro al suelo todos los cocos que se dejaron. Ya mas serena, mientras bebía la leche dulce de cada uno pensó cual seria su primer paso para guarecerse por la noche…Mientras pensaba soluciones mirando al mar, la invadían imágenes de cada uno de los momentos que le habían dado sentido a la quimera de construir esa nave frágil e imposible con Brenda.