
Yangtze o Río Amarillo; si traducimos su nombre, atraviesa China de Norte a Sur. Es un rio caudaloso que ha escuchado durante siglos y siglos, las historias de la gente que vive en sus orillas o navega por sus aguas. Sus favoritas siempre fueron las de amor. Sin embargo, Yangtze, no supo entender lo que era el amor, hasta el día que se enamoro de La Lavadora Jackson.
La lavadora Jackson, tenia un precioso color plateado, no siempre tuvo ese color, pues tenia mas de veinte años cuando Yangtze la conoció. La pintura blanca que la vestía de joven había desaparecido por completo. Lozana en su buen funcionamiento a veces jugaba a derramar burbujas de jabón por el suelo. Esta diversión inocente había convencido a la dueña de la casa que el mejor lugar para la vieja lavadora era bajo el techado del patio.
Se conocieron una tarde de la estación de lluvias, Yangtze creció tanto que su corriente llego a rozar las paredes plateadas de la Lavadora Jackson. Ninguno de los dos había visto un ser igual. Se miraron fijamente, ella desde el ojo-boca que tenia en el centro de se estructura y Yangtze con sus miles de ojos de agua, multiplicados en cada gota. Yangtze se quedo en trance cuando vio que la Lavadora Jackson tenia dentro de su cuerpo metálico espuma de mar y esta se movía dentro en círculos rápidos.
- ¿Qué tienes ahí dentro?- Le pregunto intrigado.
- Ropa sucia que limpio con esmero–era la primera vez en la vida de la Lavadora Jackson que alguien se comunicaba con ella y sus tuercas chirriaban de emoción. Yangtze se comunicaba casi siempre con los peces, los barcos hundidos o algún pescador ahogado con el que ya tenia confianza. Para él también era la primera vez que se comunicaba con alguien que viviera fuera de sus aguas. Por eso antes de seguir su camino quiso aclarar que tipo de ser era. Y la Lavadora Jackson respondió orgullosa:
- Soy una lavadora, mi nombre es Lavadora Jackson. Y el tuyo, ¿Cuál es tu nombre?
- Yangtze, soy un río y viajó por toda China.- Yangtze se alejo pues tenia que arrastrar la tierra para que después fuera más fértil. Ya quedaban pocos días de lluvias y esa era una de sus labores más importantes o los campesinos no tendrían tierra fértil para sus arrozales.
Una lavadora, se quedo pensando Yangtze. Y estuvo todo un año pensando en que seria una lavadora y cuando lo pensaba se acordaba de esa espuma de mar moviéndose dentro. Esperaba crecer en la próxima estación de lluvias para visitarla. Después de conocer a la Lavadora Jackson, cuando escuchaba suspirar a las mujeres lavando ropa a las orillas del río diciéndose:
- ¿Quién tuviera una lavadora?
Yangtze las salpicaba repitiendo como un eco: - Lavadora, lavadora, lavadora… Era tan grande su obsesión que los peces le compusieron una canción:
“Yangtze, Yangtze, creció y creció
llego hasta una casa y de una lavadora se enamoro y enamoro ”
La lavadora Jackson, también había pensado mucho en Yangtze y agudizando el oído, había oído muchas cosas buenas sobre el río, sobre lo importante que era y como viajaba por toda china y veía mundo. Le envidiaba pues ella primero vivió en la casa de unos ingleses que estudiaban huesos en el pueblo vecino y cuando estos volvieron a su país, le cedieron la Lavadora Jackson a la niñera de sus hijos. Conocía dos cocinas, el interior de un camión donde la habían transportado y ahora lo que divisaba desde el techado en el patio. Se sentía ignorante y pequeña, frente a la inmensidad de Yangtze y todos esos lugares que visitaba. Nunca se había comunicado con nadie y anhelaba también la llegada de la estación de lluvias y para poder hablar con Yangtze. Si no le veía de nuevo, La lavadora Jackson tenia miedo de que su corazón de hojalata dejara de palpitar. Por eso, cada dos días lo llenaba todo de espuma y se movía pequeños centímetros de su sitio como intentando decir:
- Quiero viajar, quiero viajar.
En la siguiente estación de lluvias Yangtze se creció como nunca, pues le había pedido ayuda a sus hermanos el viento y la lluvia. Quería volver a ver a su amor y que si ella lo aceptaba la llevaría en sus brazos de agua por toda China. Por eso una noche de tormenta llego hasta el patio donde estaba sentada La Lavadora Jackson. Y le dijo:
- Llevo un año esperando crecer y volverte a ver.
La Lavadora Jackson a la que nunca nadie le había hecho la corte, se río entre tuercas y atrevida le respondió:
- Yo también quería verte, pues quisiera conocer todos aquellos lugares que bañas con tus aguar. Quien pudiera viajar tanto, yo no conozco mas que este lugar y dos cocinas.
- Si quieres te puedo enseñar todos esos bellos lugares, solo tienes que aceptar mi invitación. ¿Quisiera usted señora Lavadora Jackson ser mi compañera?
Dijo Yangtze, humilde y solemne. Los peces bailaban en sus aguas de expectación y si él se hubiera dejado llevar por sus más íntimos impulsos habría arrastrado a la Lavadora Jackson sin más miramientos. A veces el amor es caprichoso y violento, había oído decir a las gentes, pero por primera vez en su vida, sentía la ansiedad del amor en la fuerza de sus aguas. Por su parte, La lavadora Jackson penso que con tanta agua podría hacer millones de burbujas, penso que podría viajar, el agua era para ella como una sorpresa constante y estar rodeada de ella con las compuertas abiertas era un sueño que nunca oso imaginar. En ese mismo momento amo sinceramente a Yangtze y le canto:
“Viajar, viajar por toda china viajar.
La Lavadora Jackson
contesta si si si,
quiere viajar y viajar
La compañera de Yangtze será será.
Desde ahora hasta la eternidad”
La Lavadora Jackson
contesta si si si,
quiere viajar y viajar
La compañera de Yangtze será será.
Desde ahora hasta la eternidad”
La Lavadora Jackson se fue en brazos de la corriente amorosa y ya más serena de Yangtze. Alguna tarde en la estación de lluvias, la lavadora Jackson deja alguna camiseta o calcetín recién lavado en las orillas del río, pero lo hace solo por no perder la costumbre.
Asor Rosa
*publicado por primera vez el 04/06/06