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Luisa Fernanda habría sido la mujer perfecta, si no fuera porque tenía una fiel amiga que la acompañaba a todas partes que la hacían siempre en su presencia insoportable. Ginebra, era una mujer egoísta, celosa, envidiosa, agresiva y desconfiada. Ella no entendia del amor, solo entendia del placer inmediato. Todas las noches las quemaba una tras otra, sin pensar más allá ni en nadie mas que en ella misma y en su propio placer. Es cierto que su relación con Luisa Fernanda se remontaba a cuando a casi diez años atrás cuando se conocieron al final de una borrachera. Desde ese dia, se volvieron inseparables. Desde entonces, cada vez que Luisa Fernanda tenia miedo, o se estresaba por algo, corría a buscar la compañía de Ginebra, la llamaba por teléfono, o se desaparecía varios días con ella por las calles oscuras de Madrid, para amanecer en un banco bajo el sol con ojeras. Luisa Fernanda habia tenido por lo menos cuatro relaciones serias que siempre se iban al traste por culpa de la mediación e intromisión imposible de Ginebra. Pero si alguna buena amiga, con mejores intenciones le hacia caer en los defectos de Ginebra y en lo mal que le hacia esa compañía, Luisa Fernanda, callaba y aguantaba el chaparrón, después desaparecía de la vida de esa amiga con buenas intenciones y borraba su teléfono del móvil. Con sus novias las cosas no iban sino de peor en peor. Pues Ginebra opinaba en cada cuestión cotidiana siendo una presencia oscura y amenazante. Por eso Luisa Fernanda decidió un buen dia, empezar desde cero en una ciudad donde nadie la conociera a ella y a Ginebra.Aterrizo una mañana en la ciudad de las lluvias, Ginebra iba feliz detrás de ella, pues cualquier paisaje dado a la melancolía la exaltaba y era una buena excusa para entrar a un bar a beber. Esa mañana tuvieron tanta suerte, que encontraron un bar donde tenian un cuadro extrañamente pintado donde aparecía una mujer muy parecida a Ginebra, la tenian adornada como si la imagen de una virgen se tratase. Por eso cuando entro Ginebra, todos los que allí estaban se arrodillaron al verla. Y Ginebra decidió que se quedarían allí para siempre, volviéndose la reina del lugar. Todas las mujeres que por allí pasaron la amaban y veneraban. Por eso a partir de ese dia Luisa Fernanda no tuvo nunca mas problemas con sus novias, porque desde entonces siempre las eligió entre las seguidoras de Ginebra. Y cuando decidía cambiar una mujer por otra, no habia escenas, ni grandes heridas, pues para todas hasta para ella misma, porque habia decidido asumirlo, el único gran amor inalcanzable siempre seria Ginebra. Y con las demás estaban fuera de sitio las escenas de celos.
Marta Patricia era una enamoradiza estacional, pues siempre empezaba un gran amor para toda la estación, que era eterno mientras duraba. Y con el cambio de tiempo hacia la maleta y se mudaba a otra casa, otro amor y otra temperatura. Por eso a Marta Patricia, el cambio climático la estaba afectando enormemente, pues estaba viendo difícil con el cambio de estaciones, días de primavera en invierno. No disminuir, sino todo lo contrario multiplicar sus mujeres únicas para cada tiempo climático teniendo a Hiedra para los días de frio pues sus caldos de carne eran los mejores para no cogerte un constipado. Julieta para los días lluviosos, pues se sentaba con un te a leer en compañía o compartían palomitas viendo una película. Hortensia para los días primaverales, pues su nombre hacia honor a todos los planes al aire libre que se le ocurrían para aprovechar el buen tiempo, desde plantar fresas, ha dar un paseo por la montaña. Desde ir a patinar hasta tomar un café leyendo el periódico en una terraza. Y luego estaba Tomasa, la grande tomasa que era el gran amor de los días de verano, Tomasa tiraba cubos de agua para que el calor dejará el suelo de la terraza, preparaba limonadas, cuando Marta Patricia estaba con Tomasa, siempre se le arrugaban las puntas de los dedos de los pies y manos por estar siempre a remojo. Las noches con Tomasa eran increíbles durmiendo en el ático y contando estrellas. Todo habría sido perfecto para Marta Patricia si sus grandes amores estacionales no se conocieran y no hubieran querido reclamar todo el año y toda la vida, en vez de días suelto, o estaciones completas. Pero eso, ya forma parte de otro cuento.
La primera noche que Azucena encontró a Sara, pasaron la noche en vela. Ninguna de las dos pudo dormir ni un minuto.
Fuera del iglú azotaba una tormenta de nieve. Los osos polares habían cavado cuevas en el subsuelo del hielo, que llenaban de hojas y ramas. Toda la familia de osos, se reunía en circulo para dormir como una gran masa de pelo blanco. Juntos, acompansando unas respiraciones con otras, dormian por fin los sueños felices de los osos, entrando en un calor reconfortante y sereno.
Azucena se habia encontrado a Sara, medio muerta de frio en la nieve. Tenia los labios azules. Las pestañas llenas de escarcha de hielo. Y su corazón latía tan débilmente que parecia que en cualquier momento se pararía para siempre. No podía cargar con ella, era una mujer pequeña y fuerte, pero no tan fuerte como para cargar con otra medio muerta que la sobrepasaba dos veces en peso y tamaño. Por esta razón habia corrido lo que la nieve le habia permitido hasta si iglú en mitad del poblado. Con su trineo y ayudada por un vecino habia remolcado a Sara hasta su casa.
Cuando habian encontrado a Sara, el sol apenas estaba empezando su ascensión por el cielo. Hasta el anochecer, Sara no habia movido medio musculo, aunque su respiracion y los latidos de su corazon, habian ganado estabilidad. Azucena le habia aplicado friegas de alcohol por todo el cuerpo y le habia echo beber un licor casero que preparaba a base de frutos silvestres. Desnuda y sin tantas pieles, Azucena habia descubierto sus músculos tensos, las cicatrices en las rodillas. Dos tatuajes con signos que no habia visto antes. Y sobre todo, le habia desconcertado dos cosas Sara poseia una piel asombrosamente suave y aunque estaria rondando los cuarenta años, no tenia un solo pelo en ningún lugar del cuerpo que no fuera la cabeza. Y el pelo de la cabeza, no era largo, ni estaba trenzado como el de ella. Si no era un pelo rizado como el de los bueyes y de muchos tonos diferentes entre el blanco, el castaño y el rubio.
Estaban en el año 3008, Azucena habia estudiado en la escuela que hacia casi 500 años habia zonas de la tierra que no estaban heladas. Y en los libros habia visto fotos de unas plantas raras que una vez existieron. Tenian flores, que eran como unas hojas grandes juntas, de colores que olían bien. Azucena solo estaba familiarizada por los olores de la cocina. En cada iglú, tenian una habitación pequeña de paredes de vidrio, dentro el suelo era de tierra negra y estaba plantado de especias, verduras, hierbas medicinales... Cada familia, o unidad familiar de un solo ser. Tenian derecho a un solo arbol, que era una planta mas grande y fronsosa que media casi un metro y medio, esta podia dar frutos o tener otras propiedades. Cada unidad familiar podia compartir e intercambiar sus cosechas y frutos con el resto de la aldea. Quizas las mas solicitada para estos intercambio era Azucena, pues su arbol, era el arbol de la Canela. Y todos los vecinos le ofrecian, queso, huevos... por trocito de rama al año, con el que hacer postres y brebajes. Tanto le habian dicho a Azucena que su arbol olia bien, que termino pensando que si alguna vez habian existido flores y olian bien, de seguro que olian a Canela, pues que otra cosa podria oler mejor.
Azucena estaba cenando queso con pan y chocolate, cuando Sara se movió en la cama, abrio los ojos que eran tan verdes como las hojas de espinacas tiernas y mirandola desde la cama, se pudo a temblar y chasquear los dientes. Alcanzo a decir en un susurro:
- Tengo mucho frio.-
Azucena supo en ese momento que Sara se recuperaria. Se desnudo y cubriéndola con su cuerpo a base de movimientos continuos y rítmicos, empezó a entregarle todo el calor que le fue posible. Sara siempre recordaria de aquella noche el dulce olor a canela que lo impregnaba todo.
Asor Rosa