HIELO




La primera noche que Azucena encontró a Sara, pasaron la noche en vela. Ninguna de las dos pudo dormir ni un minuto.

Fuera del iglú azotaba una tormenta de nieve. Los osos polares habían cavado cuevas en el subsuelo del hielo, que llenaban de hojas y ramas. Toda la familia de osos, se reunía en circulo para dormir como una gran masa de pelo blanco. Juntos, acompansando unas respiraciones con otras, dormian por fin los sueños felices de los osos, entrando en un calor reconfortante y sereno.

Azucena se habia encontrado a Sara, medio muerta de frio en la nieve. Tenia los labios azules. Las pestañas llenas de escarcha de hielo. Y su corazón latía tan débilmente que parecia que en cualquier momento se pararía para siempre. No podía cargar con ella, era una mujer pequeña y fuerte, pero no tan fuerte como para cargar con otra medio muerta que la sobrepasaba dos veces en peso y tamaño. Por esta razón habia corrido lo que la nieve le habia permitido hasta si iglú en mitad del poblado. Con su trineo y ayudada por un vecino habia remolcado a Sara hasta su casa.


Cuando habian encontrado a Sara, el sol apenas estaba empezando su ascensión por el cielo. Hasta el anochecer, Sara no habia movido medio musculo, aunque su respiracion y los latidos de su corazon, habian ganado estabilidad. Azucena le habia aplicado friegas de alcohol por todo el cuerpo y le habia echo beber un licor casero que preparaba a base de frutos silvestres. Desnuda y sin tantas pieles, Azucena habia descubierto sus músculos tensos, las cicatrices en las rodillas. Dos tatuajes con signos que no habia visto antes. Y sobre todo, le habia desconcertado dos cosas Sara poseia una piel asombrosamente suave y aunque estaria rondando los cuarenta años, no tenia un solo pelo en ningún lugar del cuerpo que no fuera la cabeza. Y el pelo de la cabeza, no era largo, ni estaba trenzado como el de ella. Si no era un pelo rizado como el de los bueyes y de muchos tonos diferentes entre el blanco, el castaño y el rubio.


Estaban en el año 3008, Azucena habia estudiado en la escuela que hacia casi 500 años habia zonas de la tierra que no estaban heladas. Y en los libros habia visto fotos de unas plantas raras que una vez existieron. Tenian flores, que eran como unas hojas grandes juntas, de colores que olían bien. Azucena solo estaba familiarizada por los olores de la cocina. En cada iglú, tenian una habitación pequeña de paredes de vidrio, dentro el suelo era de tierra negra y estaba plantado de especias, verduras, hierbas medicinales... Cada familia, o unidad familiar de un solo ser. Tenian derecho a un solo arbol, que era una planta mas grande y fronsosa que media casi un metro y medio, esta podia dar frutos o tener otras propiedades. Cada unidad familiar podia compartir e intercambiar sus cosechas y frutos con el resto de la aldea. Quizas las mas solicitada para estos intercambio era Azucena, pues su arbol, era el arbol de la Canela. Y todos los vecinos le ofrecian, queso, huevos... por trocito de rama al año, con el que hacer postres y brebajes. Tanto le habian dicho a Azucena que su arbol olia bien, que termino pensando que si alguna vez habian existido flores y olian bien, de seguro que olian a Canela, pues que otra cosa podria oler mejor.

Azucena estaba cenando queso con pan y chocolate, cuando Sara se movió en la cama, abrio los ojos que eran tan verdes como las hojas de espinacas tiernas y mirandola desde la cama, se pudo a temblar y chasquear los dientes. Alcanzo a decir en un susurro:

- Tengo mucho frio.-

Azucena supo en ese momento que Sara se recuperaria. Se desnudo y cubriéndola con su cuerpo a base de movimientos continuos y rítmicos, empezó a entregarle todo el calor que le fue posible. Sara siempre recordaria de aquella noche el dulce olor a canela que lo impregnaba todo.


Asor Rosa

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