Aimara nunca se habia entregado completamente a ninguna mujer. Siempre fue una mujer calculadora, fría, esquiva, bella y asombrosamente inteligente, pero distante y mirando el mundo como al otro lado de un cristal, impasible. Ella pensaba que la gente que sufría por amor, era solo y únicamente ocasionado por un exceso de tiempo libre y una falta de madurez. Para ella sus compañeras habían sido el complemento perfecto para tomar un café y leer el periódico en compañía. Se dejaba agasajar y formar parte del paisaje vital de alguien, siempre que ellas respetaran la sutil línea y no demandaran demasiada atención. Todo habría seguido de esta forma, hasta el momento que Ofelia se cruzo en su vida y rompió en mil pedazos su bien organizado paisaje.
Ofelia, alta, desgarbada, siempre vestida de negro, con un humor ácido y una rabia interiorizada contra todo y sobre todo contra si misma. Ofelia, alumna aplicada. Ofelia, la que siempre se sentaba al final de la clase de Antropología física. Ofelia, la de las preguntas cortas y las intervenciones brillantes. Ofelia la que se acercaba a su despacho con consultas trabajadas y se sentaba a escucharla completamente embelesada. Ofelia, aquella muchacha extraña de un pueblito de Salamanca, con 25 años que competían con los ya 40 de Aimara. Desde el primer momento, en el que Aimara la vio en clase, se sintió incomoda, inquieta. No sabia porque, pero siempre que Ofelia levantaba la mano o aparecía por el umbral de su despacho en la universidad, a Aimara le templaban las rodillas.
Aimara llevaba diez años con Elena, su pareja oficial. Elena era ginecóloga por vocación y sexóloga especializada en sexualidades diversas por afición, y en ello se habia estado especializando en los últimos diez años, pues eran prácticamente inexistentes estudios y publicaciones sobre la búsqueda de placer de sexualidades que se salieran del patrón heterosexual. Como una cosa la habia llevado a otra, también se habia especializado en la investigación antropológica de practicas eróticas a lo largo de los tiempos. Pero su interés y dedicación era siempre teórico, pues en la cama solo alcanzaba el orgasmo con el tribadismo mas común y solo bajo el ritmo de una buena balada de Chavela Vargas o una canción desgarrada de Tracy Chapman. Las bolleras de la vieja escuela eran así, cuantos menos accesorios de tienda o de la frutería mejor. Y no era por falta de conocimiento, sino por un tema de pura concentración. En su vida compartida con Aimara y sus múltiples actividades, militancia, familia… se guardaban su plan fijo de los sábados, cena o cine con culminación amorosa final y como un reloj antes de que dieran las doce campanadas de media noche, dormían como angelitas para disfrutar el dia del domingo dando un paseo o viendo la ultima exposición de arte.
Si a Aimara alguien le hubiera preguntado si amaba a Elena, ella y todas las que la rodeaban habrían dicho que “si”, eran la pareja modelo. El equilibrio entre la vida individual y en común. Si alguien le hubiera dicho a Aimara, que seis meses después de que Ofelia entrara por la puerta de su clase de Antropología Física, la dejaría para siempre y se convertiría en un fantasma ausente y obsesivo para ella. Se habria reido en la cara de esa persona y le habria espetado, que los culebrones son un genero menor de los paises bárbaros y tercer mundistas. Ella, la que se habia mantenido a un margen del deseo y de la vida, nunca habria podido imaginar que las heridas que ocasionaría su deseo por Ofelia en la corteza de su cerebro, solo serian comparables con la exposición de algunas estrellas de mar al sol que al no estar acostumbradas, pierden completamente su color y naturaleza previa para retornar a nuestros ojos con colores mas agresivos y llamativos, que hasta brillan en la oscuridad. Si Ofelia, fue el sol que cegó a Aimara tres meses después, Aimara fue para Ofelia la culminación de una fantasía mas de su cadena de conquistas dentro de las relaciones de poder. No le era indiferente, pero mas habituada a las impaciencias del deseo, la castigaba y la buscaba, para dejarla después con una necesidad real, solo comparable a una deshidratación profunda por falta de liquidos. A Ofelia, le gustaba verse a si misma como agua, como agua que apagaba fuegos, que saciaba sedes, que en tormenta arrasaba y volvía a su cauce, de mujer taciturna y callada. Ofelia tramaba sus conquistas cuidadosamente y si bien Aimara, siempre al otro lado del cristal no se percato. No sucedió lo mismo con Elena, que enseguida vio en la mirada de Ofelia, un pozo oscuro y brillante. La reconoció hermosa y al mismo tiempo peligrosa. Sin embargo, nunca se paro a pensar que una mujer así le robaría el sosiego y cotidianeidad feliz de sus últimos diez años.
_______________________________________Continuara…
Set el perrito valiente
Hace 10 años
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