Vapor...

Cuando se levanto la casa estaba ardiendo. Su cuerpo permanecía inmóvil en la cama, convertido en un amasijo pesado de carne y huesos. Lo miro como quien mira a un traidor.

Toda la casa estaba en llamas, así que para ahorrar tiempo y aprovechando que su peso se había reducido a un espejismo salio por la ventana. El mundo se convertía en un amplio túnel y ella solo era vapor.

El hombre de Hielo,

La narrativa de Haruki Murakami, escribe John Updike, habita la zona de la ensoñación, “cerca del surrealismo viciado de Kôbô Abe y del sobrecalentado pero generalmente sólido realismo de Mishima y Tanizaki”. Murakami es, sin lugar a dudas, el escritor vivo más prestigioso del Japón. Este es un cuento de Murakami, inédito en español, que nos hace irrumpir de golpe en el fuego cruzado de su universo cotidiano.

El hombre de Hielo


Me casé con un hombre de hielo. Lo vi por primera vez en un hotel para esquiadores, que es quizá el sitio indicado para conocer a alguien así. El lobby estaba lleno de jóvenes bulliciosos pero el hombre de hielo permanecía sentado a solas en una butaca en la esquina más alejada de la chimenea, absorto en un libro. Pese a que era cerca de mediodía, la luz diáfana y fría de esa mañana de principios de invierno parecía demorarse a su alrededor.

—Mira, un hombre de hielo —susurró mi amiga.

En ese momento, sin embargo, yo no tenía la menor idea de lo que era un hombre de hielo. A mi amiga le sucedía lo mismo:
—Debe estar hecho de hielo. Por eso lo llaman así. —Dijo esto con una expresión grave, como si hablara de un fantasma o de alguien que padeciera una enfermedad contagiosa.

El hombre de hielo era alto y aparentemente joven pero en su cabello grueso, similar al alambre, había zonas de blancura que hacían pensar en parches de nieve sin derretir. Sus pómulos eran angulosos, como piedra congelada, y sus dedos estaban rodeados por una escarcha que daba la impresión de que nunca se fundiría. Por lo demás, no obstante, parecía un hombre común y corriente.

No era lo que se dice guapo aunque uno notaba que podía ser muy atractivo, dependiendo del modo en que se le observara. En cualquier caso, algo en él me conmovió hasta lo más profundo, algo que sentí se localizaba en sus ojos más que en ninguna otra parte. Silenciosa y transparente, su mirada evocaba las astillas de luz que atraviesan los carámbanos en una mañana invernal. Era como el único destello de vida en un cuerpo artificial.

Me quedé inmóvil por un tiempo, espiando al hombre de hielo a la distancia. No alzó la vista. Continuó sentado sin inmutarse, enfrascado en su libro como si no hubiera nadie en torno suyo.

A la mañana siguiente el hombre de hielo se hallaba otra vez en el mismo lugar, leyendo un libro de la misma manera. Cuando fui al comedor para el almuerzo, y cuando regresé de esquiar con mis amigos al atardecer, aún estaba ahí, fijando la misma mirada en las páginas del mismo libro. Al día siguiente no hubo cambios. Incluso al caer el sol, y mientras la oscuridad ganaba terreno, permaneció en su butaca con la quietud de la escena invernal al otro lado de la ventana.

La tarde del cuarto día inventé alguna excusa para no salir a esquiar. Me quedé sola en el hotel y vagué un rato por el lobby, desierto como un pueblo fantasma. El aire era cálido y húmedo y la estancia tenía un olor curiosamente abatido: el olor de la nieve adherida a la suela de los zapatos que ahora se derretía frente a la chimenea. Miré por los ventanales, hojeé uno o dos periódicos y luego, armándome de valor, me dirigí al hombre de hielo y le hablé.

Tiendo a ser tímida con extraños, y salvo que haya una buena razón no acostumbro platicar con gente que no conozco. Pero pese a todo me sentí impelida a hablar con el hombre de hielo. Era mi última noche en el hotel, y temía que si dejaba pasar la oportunidad nunca volvería a conversar con alguien así.
—¿No esquías? —le pregunté del modo más casual que pude.

Alzó el rostro con lentitud, como si hubiera oído un ruido lejano, y me miró con esos ojos. Después negó con la cabeza.

—No esquío —dijo—. Me gusta sentarme aquí a leer y observar la nieve.
Encima de él las palabras formaron nubes blancas semejantes a los globos de un cómic. De hecho pude ver las palabras en la atmósfera, hasta que las borró con un dedo escarchado.
No supe qué decir a continuación. Me sonrojé y me quedé inmóvil. El hombre de hielo me vio a los ojos y pareció esbozar una sonrisa tenue.

—¿Quieres sentarte? —preguntó—. Te intereso, ¿verdad? Quieres saber qué es un hombre de hielo. —Rió—. Tranquila, no hay por qué preocuparse. No vas a resfriarte sólo por hablar conmigo.

Nos sentamos juntos en un sofá en un rincón del lobby y vimos danzar los copos de nieve a través de la ventana. Pedí un chocolate caliente y lo bebí, pero él no ordenó nada. Al parecer era tan torpe como yo a la hora de entablar una conversación. No sólo eso, sino que daba la impresión de que no teníamos ningún tema en común. Al principio hablamos del clima. Luego, del hotel.

—¿Estás solo? —le pregunté.
—Sí —contestó. Después preguntó si me gustaba esquiar.
—No mucho —dije—. Vine únicamente porque mis amigos insistieron. De hecho casi no esquío.

Había tantas cosas que quería saber. ¿Realmente su cuerpo era de hielo? ¿Qué comía? ¿Dónde pasaba los veranos? ¿Tenía familia? Cosas por el estilo. Pero el hombre de hielo no habló de sí mismo, y yo me abstuve de hacerle preguntas personales.

En lugar de eso, habló de mí. Sé que es difícil creerlo, pero de alguna manera sabía todo sobre mí. Sabía quiénes eran los miembros de mi familia; sabía mi edad, mis preferencias y aversiones, mi estado de salud, a qué escuela iba, qué amigos frecuentaba. Sabía incluso cosas que me habían ocurrido hacía tanto tiempo que hasta las había olvidado.

—No entiendo —dije, confundida. Me sentía como si estuviera desnuda ante un extraño—. ¿Cómo sabes tanto de mí? ¿Puedes leer la mente?
—No, no puedo leer la mente ni nada parecido. Sólo sé —respondió—. Sólo sé. Es como si mirara con fuerza dentro del hielo: cuando te miro así, de pronto veo perfectamente cosas acerca de ti.
—¿Puedes ver mi futuro? —le pregunté.
—No puedo ver el futuro —dijo con calma—. El futuro no me puede interesar para nada; para ser más preciso, no sé qué significa. Eso es porque el hielo no tiene futuro; todo lo que posee es el pasado que encierra. El hielo es capaz de preservar las cosas de esa forma: limpia y clara y tan vívidamente como si aún existieran. Ésa es la esencia del hielo.
—Qué bonito —dije, y sonreí—. Me alegra escucharlo. A fin de cuentas, lo cierto es que no me importa averiguar mi futuro.

Nos volvimos a encontrar en varias ocasiones, una vez que regresamos a la ciudad. A la larga comenzamos a salir. No íbamos al cine, sin embargo, ni a tomar café. Ni siquiera íbamos a restaurantes. Era raro que el hombre de hielo comiera algo. En lugar de eso, solíamos sentarnos en una banca en el parque a hablar de distintas cosas: de todo salvo de él.

—¿Por qué? —le pregunté un día—. ¿Por qué no hablas de ti? Quiero conocerte mejor. ¿Dónde naciste? ¿Cómo son tus padres? ¿Cómo te convertiste en un hombre de hielo?

Me observó un rato y luego sacudió la cabeza.
—No lo sé —dijo nítida, serenamente, exhalando una bocanada de palabras blancas—. Conozco la historia de todo lo demás, pero yo carezco de pasado.

No sé dónde nací ni cómo eran mis padres; ni siquiera sé si los tuve. Ignoro qué tan viejo soy; ignoro, aun más, si tengo edad.

El hombre de hielo era tan solitario como un iceberg en la noche oscura.

Me enamoré perdidamente del hombre de hielo. Él me amaba tal como era: en el presente, sin ningún futuro. Yo, por mi parte, lo amaba tal como era: en el presente, sin ningún pasado. Incluso empezamos a hablar de matrimonio.

Yo acababa de cumplir veinte años y él era mi primer amor real. En aquella época ni siquiera podía imaginar qué significaba amar a un hombre de hielo. Pero dudo que haberme enamorado de un hombre común hubiera aclarado mi noción del amor.

Mi madre y mi hermana mayor se oponían con firmeza a que me casara con él.
—Estás muy joven para casarte —decían—. Además, no sabes nada de su vida. Vaya, no sabes dónde ni cuándo nació. ¿Cómo decirles a nuestros parientes que te casarás con alguien así? Por si fuera poco, hablamos de un hombre de hielo: ¿qué vas a hacer si de pronto se derrite? Parece que ignoras que el matrimonio implica un compromiso auténtico.

Sus preocupaciones, no obstante, eran infundadas. Al fin y al cabo, un hombre de hielo no está hecho verdaderamente de hielo. Por más calor que haga no se va a fundir. Se le llama así porque su cuerpo es frío como el hielo pero su constitución es distinta, y no es la clase de frialdad que roba la calidez de la gente.

De modo que nos casamos. Nadie bendijo la unión, ningún amigo o pariente compartió nuestra alegría. No hubo ceremonia, y a la hora de anotar mi nombre en su registro familiar, bueno, resultó que el hombre de hielo no tenía. Así que simplemente decidimos que estábamos casados. Compramos un pequeño pastel y lo comimos juntos: ésa fue nuestra modesta boda.

Rentamos un departamento diminuto, y el hombre de hielo comenzó a ganarse la vida en un depósito de carne congelada. Podía soportar las más bajas temperaturas, y por mucho que trabajara nunca se sentía exhausto. Le caía muy bien al patrón, que le pagaba mejor que al resto de los empleados. Llevábamos una rutina feliz, sin molestar y sin que nos molestaran.

Cuando él me hacía el amor, en mi mente aparecía un trozo de hielo que estaba segura existía en algún sitio en medio de una soledad imperturbable. Pensaba que quizá él sabía dónde se hallaba. Era un pedazo de hielo duro, tanto que yo imaginaba que nada podía igualar su dureza. Era el trozo de hielo más grande del orbe. Se encontraba en un lugar muy lejano, y el hombre de hielo transmitía la memoria de esa gelidez tanto a mí como al mundo.

Al principio me sentía turbada cuando él me hacía el amor, aunque al cabo de un tiempo me acostumbré. Incluso me empezó a agradar el sexo con el hombre de hielo. De noche compartíamos en silencio esa enorme mole congelada en la que cientos de millones de años —todos los pasados del mundo— se almacenaban.

En nuestro matrimonio no había problemas de consideración. Nos amábamos profundamente, nada se interponía entre nosotros. Queríamos tener un hijo, algo que se antojaba imposible tal vez porque los genes humanos no se mezclan fácilmente con los de un hombre de hielo. En cualquier caso, fue en parte debido a la ausencia de hijos que de golpe me vi con tiempo de sobra. Terminaba con todas las labores hogareñas por la mañana y después no tenía nada qué hacer. No había amigos con los que pudiera platicar o salir y tampoco congeniaba con los vecinos del barrio.

Mi madre y mi hermana aún estaban furiosas conmigo por haberme casado con el hombre de hielo y no daban señales de querer verme de nuevo. Y pese a que, con el paso de los meses, la gente a nuestro alrededor empezó a platicar con él de vez en cuando, en lo más hondo de sus corazones todavía no aceptaban al hombre de hielo ni a mí, que lo había desposado. Éramos distintos a ellos, y ni todo el tiempo del mundo podría salvar el abismo que nos separaba.

Así que mientras el hombre de hielo trabajaba yo me quedaba en el departamento, leyendo libros o escuchando música. Sea como sea prefiero por lo general estar en casa, y no me importa la soledad. Pero aún era joven, y hacer lo mismo día tras día comenzó a incomodarme a la larga. Lo que dolía no era el tedio sino la repetición.

Por eso un día le dije a mi marido:
—¿Qué tal si para variar viajamos a algún lado?
—¿Un viaje? —contestó. Entrecerró los ojos y me miró—. ¿Por qué se te ocurre que debemos viajar? ¿No estás contenta aquí conmigo?
—No es eso —dije—. Soy feliz. Pero estoy aburrida. Tengo ganas de viajar a un sitio lejano para ver cosas que jamás he visto. Quiero saber qué se siente respirar aire nuevo. ¿Comprendes? Además, aún no hemos tenido nuestra luna de miel. Contamos con ahorros y tus días de vacaciones se acercan. ¿No es hora de que huyamos de aquí para descansar un poco?
El hombre de hielo lanzó un suspiro glacial y profundo que se cristalizó en la atmósfera con un sonido tintineante. Entrelazó sus largos dedos sobre las rodillas y dijo:
—Bueno, si en serio te mueres por viajar no tengo nada en contra. Iré a donde sea si eso te hace feliz. Pero ¿sabes a dónde quieres ir?
—¿Qué tal si vamos al Polo Sur? —dije. Elegí el Polo Sur porque estaba segura de que al hombre de hielo le interesaría visitar un lugar frío. Y, para ser sincera, siempre había querido viajar ahí. Quería vestir un abrigo de pieles con capucha, ver la aurora austral y una bandada de pingüinos.

Al oír esto mi esposo me vio directamente a los ojos, sin parpadear, y yo sentí como si una afilada estalactita me taladrara hasta la parte trasera del cráneo. Permaneció un rato en silencio y al fin dijo, con voz fulgurante:
—De acuerdo, si eso es lo que quieres, vamos al Polo Sur. ¿Estás absolutamente convencida de que es lo que deseas?
Fui incapaz de responder de inmediato. El hombre de hielo me había clavado su mirada durante tanto tiempo que sentía adormecido el interior de mi cabeza. Luego asentí.

Con el tiempo, sin embargo, fui arrepintiéndome de haber propuesto la idea de viajar al Polo Sur. Ignoro por qué, pero me dio la impresión de que en cuanto mencioné las palabras “Polo Sur” algo cambió dentro de mi marido. Sus ojos se aguzaron, su aliento comenzó a salir más blanco, la escarcha de sus dedos aumentó. Ya casi no hablaba conmigo, y dejó de comer por completo. Todo ello me hizo sentir muy insegura.

Cinco días antes de nuestra partida, me armé de valor y dije:
—Olvidémonos de visitar el Polo Sur. Ahora que lo pienso me doy cuenta de que va a hacer mucho frío, lo que quizá no es bueno para la salud. Empiezo a creer que tal vez sea mejor ir a un lugar más ordinario. ¿Qué tal Europa? Vámonos de vacaciones a España. Podemos beber vino, comer paella y ver una corrida de toros o algo así.

Pero mi esposo no me prestó atención. Durante unos minutos se quedó con la mirada perdida en el espacio. Después dijo:
—No, España no me atrae particularmente: demasiado calurosa para mí. Demasiado polvo, comida muy condimentada. Además, ya compré los boletos para el Polo Sur y hay un abrigo de pieles y botas especiales para ti. No podemos tirar todo a la basura. Ahora que llegamos tan lejos no se puede dar marcha atrás.

La verdad es que estaba asustada. Tenía la sospecha de que si íbamos al Polo Sur nos sucedería algo que seríamos incapaces de remediar. Sufría una pesadilla recurrente, siempre la misma: daba un paseo y caía en una grieta insondable que se había abierto a mis pies. Nadie me encontraría y yo me congelaría. Encerrada en el hielo, escrutaría la bóveda celeste. Estaría consciente pero no podría mover ni un dedo. Descubriría que poco a poco me transformaba en el pasado. Las personas que me observaban, que veían en lo que me había convertido, miraban el pasado. Yo era una escena que retrocedía, alejándose de ellas.

Y entonces despertaba para toparme con el hombre de hielo durmiendo junto a mí. Acostumbraba dormir sin respirar, como un difunto.
Aunque lo amaba. Yo empezaba a llorar y mis lágrimas goteaban en su mejilla y él se incorporaba para abrazarme.
—Tuve una pesadilla —le decía.
—Es sólo un sueño —me contestaba—. Los sueños vienen del pasado y no del futuro. No estás atada a ellos, tú eres quien los atas. ¿Lo entiendes?
—Sí —decía yo pese a no estar convencida.

No hallé una buena razón para cancelar el viaje, de modo que al final mi marido y yo abordamos un avión rumbo al Polo Sur. Todas las aeromozas se veían taciturnas. Yo quería admirar el paisaje por la ventanilla, pero las nubes eran tan espesas que obstaculizaban la visibilidad. Al cabo de un rato la ventanilla se cubrió con una capa de hielo. Mi esposo iba sentado en silencio, absorto en un libro. Yo no sentía ni un gramo de la excitación que implica salir de vacaciones. Actuaba como autómata, haciendo cosas que ya estaban decididas.

Al bajar por la escalerilla y tocar el suelo del Polo Sur, noté que el cuerpo de mi marido se cimbraba. Duró menos que un parpadeo, apenas medio segundo, y su expresión no varió, pero lo advertí con claridad. Algo dentro del hombre de hielo se había agitado secreta, violentamente. Se detuvo y estudió el cielo, después sus manos. Soltó un enorme suspiro. Entonces me miró y sonrió. Dijo:
—¿Es éste el sitio que querías conocer?
—Sí —respondí—. Así es.

El desamparo del Polo Sur rebasó todas mis expectativas. Casi nadie vivía ahí. Había únicamente un pueblo pequeño, anodino, con un hotel que era también, por supuesto, pequeño y anodino. El Polo Sur no era un destino turístico. No había pingüinos. No se podía ver la aurora austral. No había árboles, flores, ríos ni estanques. A dondequiera que iba sólo había hielo. El erial congelado se extendía por doquier, hasta donde alcanzaba la vista.

Mi esposo, no obstante, caminaba con entusiasmo de un lado a otro como si no tuviera suficiente. Aprendió pronto el idioma local, y platicaba con los lugareños con una voz en la que se detectaba el sordo rugido de una avalancha. Charlaba con ellos durante horas con una expresión seria en el rostro, pero yo no tenía manera de saber de qué hablaban. Sentía como si mi marido me hubiera traicionado y dejado a que me cuidara yo sola.
Ahí, en ese orbe sin palabras rodeado de hielo sólido, perdí a la larga toda mi energía. Poco a poco, poco a poco.

Al final ya no tenía ni la fuerza necesaria para enojarme. Era como si en algún punto hubiera extraviado la brújula de mis emociones. Había perdido la noción de a dónde me dirigía, la noción del tiempo, la noción de mí misma. Ignoro en qué momento esto comenzó o cuándo concluyó, pero al recobrar la conciencia me encontraba en un mundo de hielo, un invierno eterno drenado de color, cercada por mi soledad.

Aun al cabo de que me abandonaran casi todas mis sensaciones, no se me escapaba lo siguiente: en el Polo Sur mi esposo no era el mismo hombre de antes. Me atendía igual que siempre, me hablaba con cariño. Sabía que en verdad profesaba las cosas que me decía. Pero también sabía que ya no era el hombre de hielo que yo había conocido en el hotel para esquiadores.
Sin embargo, no había forma de comunicarle esto a nadie. Toda la gente del Polo Sur lo quería, y sea como sea no podían comprender ni media palabra de lo que yo expresaba. Exhalando su aliento blanco, intercambiaban bromas y discutían y cantaban canciones en su idioma mientras yo permanecía sentada en nuestra habitación, mirando un cielo gris que no daba señales de despejarse en los meses venideros. El avión que nos trajo había desaparecido mucho tiempo atrás y la pista de aterrizaje no tardó en ser cubierta por una firme capa de hielo, al igual que mi corazón.

—Ha llegado el invierno —dijo mi marido—. Será muy largo y no habrá más aviones ni barcos. Todo se ha congelado. Parece que tendremos que quedarnos aquí hasta la primavera.
Unos tres meses después de arribar al Polo Sur, caí en la cuenta
de que estaba embarazada. El bebé, lo asumí desde el inicio, sería un pequeño hombre de hielo. Mi útero se había congelado, mi líquido amniótico era aguanieve. Sentía su frialdad dentro de mí. Mi hijo sería idéntico a su padre, con ojos como carámbanos y dedos escarchados. Y nuestra nueva familia jamás se mudaría del Polo Sur. El pasado perpetuo, denso más allá de todo juicio, nos tenía en su poder. Nunca nos libraríamos de él.

Ahora ya casi no me queda corazón. Mi calor se ha ido muy lejos; en ocasiones olvido que existió alguna vez. En este sitio soy la persona más solitaria del mundo. Cuando lloro, el hombre de hielo besa mi mejilla y mi llanto se endurece. Toma las lágrimas congeladas y se las lleva a la lengua.
—¿Ves cuánto te amo? —murmura.
Dice la verdad. Pero un viento que sopla desde ninguna parte arrastra sus palabras blancas hacia atrás, rumbo al pasado.


Fuente: http://oswaldolilly.blogcindario.com/2005/07/00377-el-hombre-de-hielo.html

Momento cafe


Ella pestañeo dos veces, antes de levantar la vista y mirarla fijamente. Allí estaba en una mesa, leyendo el periódico como la última vez que la había visto. Los mismos gestos, la misma forma lenta de pasar las paginas. De fijarse más en las fotos que en las letras. Había personas que eran de imágenes. Laura, era una de ellas. Se mordía el labio inferior cuando se concentraba y el café desaparecía hasta que acabara de bucear buscando nuevos tesoros. Cuando termino de repasar las fotos mas llamativas, lo dejo a un lado. Tomo un sorbo de café, haciendo ese gesto tan característico de ella cuando algo no le gustaba. Habían pasado doce años, su cabeza ahora llena de canas y rizos. No se dio cuenta de que ella, estaba solo a tres mesas, observando cada movimiento, como una niña pequeña que ve por quinta vez la misma película de dibujos animados. Allí, haciendo gala de que seguía existiendo, de miles de caminos recorridos... Seguía entera, bella y única. No había sido un sueño, era un recuerdo y era un mundo ya completamente ajeno. Laura, levanto la mirada y con ella recorrió la sala de mesas.

Ella pensó que era el momento perfecto para levantarse y marcharse, antes de que el radar de Laura, volviera a llenar su vida de interferencias emocionales. Se dio la vuelta frente a un espejo justo cuando Laura posaba los ojos en sus hombros. Tomo su chaqueta, se sacudió el pelo. Y no volvió a mirar atrás.

Un café frio en una mesa de mármol en una ciudad vieja, en una cafetería forrada de madera y dejando que se enfriara, Laura, sus labios, sus ojos y su olor llenandolo todo de recuerdos agridulces.

Las Letras

Cuando se desperto su cabellera yacia solitaria en la almohada. Era peliroja natural y entre los rizos que caian desde la cama hasta el suelo, iban tirandose como en un tobogan todas las letras que inundaban su cabeza. Parpadeo tres veces y solo vio una luz muy blanca. Decidio multiplicarse restarse y dividirse en millones. Millones de minigalaxias de atomos felices guiados solo por la emocion y el ritmo. Las letras y sus familias la palabras y sus comunidades las frases y sus paises las historias quedaban relegadas al pasado.

Salir del armario



Cuando Beatriz le dijo a sus padres que era lesbiana, ellos la abrazaron y le dijeron:

- Menos mal, teniamos miedo de que fueras un tempano de hielo.-

***

Cuando Monica antes llamada Jose Patxi, hacia de pinche de cocina para su abuela y como quien no quiere la cosa le conto:
- Abue, yo realmente me siento mujer

- Ya lo se hija, cortalas en cuadraditos, ¿Quieres?

***

Cuando Lordes le dijo a su marido,

- Me mudo con mi amiga Esther
- Por cuanto tiempo
- Espero que por toda la vida
- ¿Que hize mal?
- Nada, solo que yo no era yo

***

Cuando Jorge le dijo a su mejor amigo Luis, que tenia una nueva moto y que Paco, el delantero del equipo de Rugby contrario era su amante. Este sonriendo le solto.

- Ahora, entiendo porque te bloquea siempre el primero.


***

Cuando Lucia en clase de Literatura al pedirle la profesora que le diera un ejemplo de un simil, le contesto mirandola con estrellitas en los ojos desde sus recien estrenados dieciciete años:

- Tu boca es como un rio que me quita el sueño y me llena de corrientes de agua.

Las vecinas de Beatriz 1

Se agarra a la barandilla y cuenta hasta 100 antes de bajar un peldaño. Puede tardar hasta media hora en subir los cuatro pisos o en bajarlos. Quizas mas en subirlos. Cuando se cruza con un vecino le cuenta parte de su historia. Siempre sonrie con su cabeza llena de rizos blancos y sus gafas de pasta. - Yo fui pescadera en el mercado de la latina, tambien tuve que trabajar mucho. Y tenia unas piernas, fuertes, fuertes... - Tiene orgullo y va con la cabeza alta. Ojala todo el mundo llegará con tanta alegria y desparpajo a la ochentena.

Las amistades de Beatriz 9

Se arremanga la falda,
mientras se ajusta las medias
¿por qué siempre se caerán tanto?
Se mira en el espejo,
tiene barba de tres días
y los ojos azules
mas bonitos del mundo.
Es muy guapa,
es muy guapo.

Sin cabeza


Cuando la mujer del Señor Juárez le contó que se fugaba con otro, al escucharla su cabeza salio disparada de su cuello hacia el cielo como un cohete de propulsión atómica. Fue durante un paseo por el parque, el Señor Juárez al igual que su mujer tenia también un secreto, su cuerpo estaba lleno de pájaros enjaulados que en ese momento salieron volando por toda la ciudad. El Señor Juárez movía las manos como no sabiendo muy bien que pasaba. Una abuela muy amable que había seguido toda la escena, viendo que la mujer del Señor Juárez se alejaba impasible, sin ningún interés por ayudarle. Busco por todo el parque hasta que dio con la cabeza compungida del Señor Juárez, sus ojos estaban llorosos, pero ella la tomo en sus manos con cariño y le hablo con dulzura..

- Es mejor así, que se vaya, usted ahora podrá hacer muchas otras cosas.-

Cuando llego a donde estaba el resto del cuerpo, tomo una de las manos y sobre ella poso la cabeza, le repaso el peinado y se despidió cortes. El Señor Juárez ese día se fue a dar el paseo mas largo de su vida, pero como era un hombre responsable a las cinco de la madrugada estaba de vuelta en su panadería trabajando, de repente le encontró muchas utilidades a esto de tener la cabeza y el cuerpo con tanta independencia el uno del otro. A partir de ese momento cuando esta atendiendo colocaba la cabeza en un estante desde el cual pueda controlarlo todo. Y cuando paseaba contento hace volar a su cabeza de una mano a otra, de hecho a aprendido a mover las orejas y parece que fueran pequeñas alas.

Un dia...


Un DIA te contare lo que se de los días, esos señores largos y con prisa. A veces grises y a veces llenos de flores. Los días amorosos espacios de tiempo detenido o los días terribles como vendavales de un ciclón.

Autoretrato


Y un día vendré a preguntarte que recuerdas de la noche. Y te diré que recuerdo que la noche que es agridulce, que la noche es un laberinto y dentro nos sumergimos por un momento que parece no terminar. Te diré que encontré una madeja de hilo para no perderme mas.

Y un día vendré a mirarte al espejo y reconocerme en esa otra que soy yo y se pervierte a si misma en un vestido diferente cada mañana. Vendré a ver tus ojeras moradas y querré tomarte en mis brazos a través del frio cristal. Querré que poses tu cabeza en mi pecho, que es el tuyo y tu te sonaras todos esos litros de lagrimas en esta sabana tan nuestra que es nuestra cama. Porque tu, que soy yo, y yo que soy tu. Nos negamos a bailar, en la misma pieza. Madeja revuelta, callo en el corazón y palabras mudas.

El naufragio III

El Naufragio III

"Nunca te has parado a pensar en el tiempo"-. Así había empezado la primera conversación profunda entre Brenda y Diana. La había invitado a comer en el restaurante chino a la vuelta de su casa, porque siempre le gustaba comer allí cuando no tenia nada en la nevera y no quería comer sola. Le gustaban mucho los chinos, le recordaban a su abuela. Eran corteses y distantes en el trato, se mantenían en una esfera aparte sin nunca revelar ningún otro dato sobre su vida. Brenda se admiraba de esto, pero lo cierto, es que le gustaban las relaciones donde las motivaciones de las dos partes están claras. Diana estaba allí hablándole de velas, de tipos de barcos, de viajes… Brenda la miraba como viéndola por primera vez, porque Diana no hablaba nunca de ella misma… Y ella misma, ¿ Tambien lo hacia?. o solo era consciente cuando los demás eran los que obviaban emociones y sentimientos para de cara al mundo tener una aséptica vida privada.
Nada que contar, es igual a todo me va perfectamente. El mundo me sonríe, mi vida es perfectamente aburrida. ¿Hacia cuanto tiempo que había conocido a Diana? Un mes, quizás un poco mas y que sabia de ella nada. Pero la sentía como parte de ella, como un elemento mas de su vida cotidiana. Ahora estaba presente en cada dibujo que hacia de su barco, en cada momento. Diana era linda, si era muy linda, con unas pestañas enormes con las que barrer a todos los pretendientes que le salían en cada esquina.

- Nunca te has parado a pensar en el tiempo.-

Brenda realmente le hubiera querido preguntar.- ¿No te interesan los hombres?.- Pero no sabia a donde podría llevarla esa pregunta. Pues ella tampoco tenia muy claro su interés por ningún ser viviente con el que no pudiera hablar de su pasión; los barcos. Y Diana era la única con la que podía hablar sin medida sobre este tema y poco a poco, con la confianza habían salido otros temas… Diana le devolvió la sonrisa..

- ¿Por qué lo dices? ¿Es muy tarde?.-
- No, que va, no es por la hora… es porque me da la sensación de que te conozco desde siempre.-
- Puede ser por que a las dos nos apasiona el mar, los barcos y las velas.-
- Si, debe ser eso.¿ Quieres mas vino?-
- Si, un poco.-
- Diana, ¿hay alguien en tu vida que hayas sentido que estaba allí desde siempre y que no sea de tu familia?-
- Si, mi perro…

Rieron las dos, Brenda le empezó a contar que cuando navegas, cada viaje es un nacimiento, una búsqueda, un encuentro y una huida. Y que la memoria del mar y de la luna danzando sobre las olas, se convertían en un fantasma que la perseguía en tierra haciéndolo añorar y desear hasta el dolor, con una ansiedad en aumento un nuevo viaje.

- Estas enamorada del mar.
- Si, un poco.
- Yo, para que veas no navego casi nunca, de la forma en la que tu lo haces que vas sola. Siempre voy en barcos comerciales...

Diana la miro con intensidad y tomo su copa y brindo con ella sonriendo.

- Si me llevas, prometo llevar champán y preparar algo de comer.


Esa noche navegaron por primera vez...

El naufragio II


Diana nunca se había enamorado hasta el día que conoció a Brenda, las dos estaban mirando el mismo tejido en la tienda de telas. Ella era diseñadora de velas, cada una de las velas las cosía como si fuera una prenda única, siempre teniendo presente en el diseño en papel y en su posterior realización material, la personalidad del dueño de la embarcación y la embarcación misma. Que no siempre coincidían.

Los ojos almendrados de Brenda y su sonrisa infinita, mientras le preguntaba algo tan trivial y cotidiano como - ¿Es buena esta tela?- habían provocado en su piel una descarga casi eléctrica, mientras con toda la naturalidad del mundo le respondía - Si, no están mal- Después vinieron los encargos de Brenda y sus particulares ideas para construir un velero pequeño, veloz y con forma de media luna. Diana, se sumergió en la tarea a la vez que se sumergía en el olor de Brenda, en su piel y en su sonrisa.

Pero ahora Brenda, no estaba, una ola la había arrastrado al mar . Algo dentro de ella, como una certeza imposible le decía que en algún lugar Brenda seguía viva …
Diana con el camisón deshilachado esperaba sentada en la rama del único árbol en la playa, intentando otear a los cuatro puntos cardinales, buscando el pelo encrespado de Brenda, buscándose a si misma, pues no se encontraba… Las palmeras cubrían el resto de la playa y una imagen le vino como una canción, antes de dejarla ocupar su mente, trepo a una palmera y tiro al suelo todos los cocos que se dejaron. Ya mas serena, mientras bebía la leche dulce de cada uno pensó cual seria su primer paso para guarecerse por la noche…Mientras pensaba soluciones mirando al mar, la invadían imágenes de cada uno de los momentos que le habían dado sentido a la quimera de construir esa nave frágil e imposible con Brenda.

El Naufragio I

Brenda había perdido de vista a Diana detrás de una ola. El mar estallo en una tormenta de repente y el barco viro hacia un lado hundiéndose. Todo sucedió tan rápido que ninguna de las dos pudo hacer nada para evitar el desastre.

Ahora sentada en la arena de la playa de lo que parecia una isla, recordó cada uno de los pasos dados, al emprender el proyecto de la construcción del navío. Durante dos años se había concentrado en cada pieza, buscando una armonía en toda la estructura, todo lo que sabia sobre barcos lo aprendió de su abuela y su tío con los que se había criado.

A Diana la conoció en una tienda de telas porque hacia velas por encargo para barcos, de colores, con escudos, con símbolos… Estaban revisando la tersura de la misma tela, Brenda mirando a Diana le pregunto.- ¿Será buena?.- Y Diana sonriendo le había confirmado que esa era sin duda la mejor del mercado por ese precio. Y que las que doblaban el mismo, no doblaban en calidad. Se hicieron amigas y ambas se contagiaron con ese sueño común. Brenda le pidió a Diana quele construyera unas velas de un color azul intenso, para que se fundiera con el cielo en la medianoche.

Después de dos años de trabajo se habían lanzado las dos al mar a realizar una ruta por las islas del pacifico. Pero ahora, Diana no estaba, no sabia si se habría ahogado y del barco no quedaba nada.

Alvaro y el gran gorila blanco

Álvaro miro al gran gorila blanco, se ajusto los pantalones y se acerco al mostrador. El chico que atendía lo miro socarrón, pues en toda la noche nadie se había llevado el gran premio. Pero Álvaro no le hizo caso, pues el sabia que si algo le gustaba lo iba a conseguir.

- ¿Cuantos tiros quieres?-
- Solo uno.-

Álvaro cogió el dardo, miro la diana que se hacia gigante entre la curva de sus dos dedos y tiro.

El gran gorila blanco y Álvaro salieron juntos de la mano de la feria, cada uno iba con su propio algodón de azúcar, tarareando una canción y sonriendo.

¡Perra vida!


No entiendo esa necesidad que tiene de gastar todos los días tanta agua, espuma y más agua. Se levanta por la mañana con calor, y en vez de hacer como yo, estirándome en el suelo para coger la mejor corriente. No ella se mete en ese cuarto chiquito y se echa agua espuma y mas agua. Y a veces lo hace varias veces. Esta tan dormida, que no ve y hay veces que esta a punto de pisarme, y yo la miro ignorándola, pues hasta que este lista queda mucho tiempo. Pero por si acaso, me pisa, le enseño un diente, para que vea que muerdo, ¡eh! que muerdo… pero pasa de mi, ella a lo suyo a gastar agua. Después se toma un liquido que llama << café >> y se pone esas telas de colores, que le dejan libres las piernas y los brazos, una incomodidad que nunca entenderé para que sirve, sobre todo en verano. Se recoge el pelo, coge mi correa, y al sonido… ya me pongo a correr por toda la casa, feliz, si, soy feliz cuando ya por fin esta lista para irnos a la calle.

Pero claro, ella piensa, que lo mejor para ella, también es lo mejor para mí, si desde esta mañana ya le he visto las intenciones, primero no se paso ella por agua, sino que se tomo un zumo de naranja y cogió la escoba, después la fregona, cuando había terminado toda la casa, se dio un agua pero no mucha y se puso una tela vieja. Agarro mi correa, pero me ato a la terraza y ahí empezó a hacerme lo mismo a mi, que de vez en cuando me toca, agua, espuma, agua, toda mi bonita melena vieja cayendo al suelo… He estado tiritando, pero no se ha compadecido de mi, he empezado a llorar primero bajito y después alto, nadie a acudido en mi auxilio, nadie vino a salvarme y ella echándome crema suavizante, para que no se me enreden los pelos… ¡Perra vida!

Con vestido de noche y pajarita...

Anoche soñé que Uaja (mi perro) y yo estábamos vestidos de gala, él con una pajarita blanca y yo con un vestido de noche. Esperábamos al borde de una carretera y detrás nuestro se extendía un amplio campo de trigo amarillo. De repente de la nada aparecía un tractor enorme y verde sin conductor y con su cuchara nos tomaba del suelo transportándonos. La carretera, el campo de trigo y todo lo demás desparecía. En ese momento se hacia una oscuridad total y poco a poco se iba iluminando con la luz de las estrellas. Las estrellas sabían a tarta de queso y nata, yo me comía un trozo y le daba otro más pequeño a Uaja.

Asor Rosa

De donde nacen los sueños

En mi cumpleaños mi amiga Ana “la cuentera” me regalo un libro precioso, con unas ilustraciones extraordinarias que se llama Princesas Olvidadas o Desconocidas. Y en el cuenta como para cada carácter de princesa, hay una semilla diferente y también dice que las princesas nacen de las rosas.

Hoy me ha dado por pensar, que los sueños son un poco como las princesas olvidadas, que a veces no los escuchamos, o nos parecen demasiado bonitos para hacerlos reales, o incluso la posibilidad inmediata de que fueran reales nos paraliza y nos llena de miedo. Y justo corremos en el sentido contrario, porque a veces, pareciera que es mas cómodo sufrir a saltar a la piscina y por lo menos probar a ser feliz.

Todos los días me levanto con sueños pequeños como semillas, sueños efímeros como pétalos de flores, sueños recurrentes como espigas de trigo y sueños poderosos y fuertes como árboles grandes. En muchas ocasiones llore, porque perdí muchos sueños y una mañana al levantarme todo era gris y no los encontraba por ninguna parte, por no dejar no habían ni dejado una nota de adiós, ni una dirección a donde escribir… Pero una amiga me dijo que si querías que tu vida tuviera colores tenias que alimentarte de colores, colores para comer por la boca y colores para comer por los ojos. Y ciertamente, lo recomiendo, porque aunque a veces la gente te mire raro cuando puedes repetir siete o mil veces de ensalada de frutas, te vistes con una camiseta verde, una cinta fucsia y unos pantalones rojos y sales a la calle con un pincel o te sumerges en un libro azul. Ellos no saben que estas dentro de tu propia lucha contra el gris, que estas abonando tu vida para que vuelvan a crecer esos sueños tan delicados y tan necesarios, que nos llenan de pasión e intensidad la vida.

Ping-pong >>> Una historia de amor

Se para de frente a mi
Me mira
Se sonrie
Espero
Me pregunta algo trivial
Huye
Espera
Me mira
Me sonrie
Me paro enfrende de ella
Le pregunto algo trivial
Nos reimos
Huyo
Me mira de soslayo
Hago lo mismo
Escribe
Respondo
Escribo
Responde
Ping
Pong
Una historia de amor

Las amistades de Beatriz 8

Todo empieza y todo acaba en ese deambular de una caña o otra, de una cama o otra, de una sonrisa a otra. Y la piel eso tan extenso se la va dejando en cada caricia, en cada grito, porque siempre grita mucho cuando esta bailando desnuda su propia danza. Siempre grita, porque llora y es un llorar sin lagrimas y busca en el fondo de ese pecho nuevo cada día la protección que nunca encuentra. Va volando de una sonrisa otra y su avidez es egoísta, pero no cruel. Quiere querer a todo el mundo y piensa que es tan sencillo como dejarse caer el vestido y hacerlo. Y el amor, el amor es lo más complejo que existe sobre la tierra. Su piel se va llenando pequeñas escamitas que duelen y en su mirada una sombra delata su preocupación por el tiempo y cada arruga. Esta caminando al borde de un precipicio y me mira diciendo: -Voy a volar.-

Sueño de Verano

Deje a Josep porque no era la mujer de mis sueños. Todo empezó el verano pasado, me moría de calor todo el día. El tiempo seco anidaba en cada poro de mi piel y ansiaba que el cielo estallara en una tormenta con desesperación. Tal vez, esa fue la razón por la que empece a tener ese extraño sueño. Era un sueño recurrente donde todo sucedía en el mismo orden y tan real que me despertaba sudando y podía palparlo en la bruma de la madrugada. Cada noche sin falta volvía, yo caminaba medio desnuda por las calles de Madrid en una tormenta de verano. Todo adquiría el tono ocre e irreal de los días de lluvia. Las calles eran ríos y mi misma piel estaba llena de caminos inundados por el agua. Mi corazón palpitaba con fuerza, un océano denso de agua me llenaba por dentro. Sentía que en cualquier momento explotaría y los peces de colores que nadaban en mi estomago, saldrían volando hacia las nubes. El sol estaba a punto de ponerse y en ese momento vi entre arboles, al pie de la calzada aparecía luminosa la señal roja de una parada de autobús. Y esperando había una mujer alta de rasgos finos, con el pelo encrespado por la lluvia y tan abundante que la caía en cascada por la espalda. Tenia los ojos negros y rasgados, llevaba un vestido de flores diminutas, tan pegado por el agua al cuerpo que parecía que estaba completamente desnuda y las flores eran tatuajes en su piel canela. Ella me miraba y sonreía. Yo me acercaba temblando y ella me tomaba... yo anhelaba fundirme con ella, pero siempre en ese instante me despertaba sudando. Mi deseo frustrado rasgaba la piel dormida de Josep que se veía arrastrado por mi furia.

Conocí a Josep en la fiesta de graduación de mi hermano Alberto, los dos eran compañeros de clase y se habían licenciado en arquitectura en la universidad privada más cara de la ciudad. Yo tenia veintitrés años, estaba estudiando publicidad y esperaba encontrar mi príncipe azul montado en un BMW. Por eso, aunque Josep no era precisamente guapo, entre mi madre y yo le encontramos miles de encantos. En menos de un año ya estabamos comprometidos. Todo iba sobre ruedas, yo tenia en casa un buen partido y en la calle encuentros ocasionales que me sacudían la rutina echando polvos. Me escapaba a los antros del centro, llenos de humo, ron y tequila. Bailaba sin descanso hasta acabar siempre pasando una noche sabrosa en unos brazos más toscos y morenos.

Llevábamos casi tres años viviendo juntos cuando me obsesione con la mujer de mis sueños. Me enamore enfermizamente de un fantasma, tan real, tan presente, que tenia que existir. La tenia que haber visto antes, aunque solo fuera de forma fugaz. Empece a perseguir un sueño. Para Josep yo estaba desequilibrada, una y otra vez lo obligue ha hacerme el amor travestido de mujer. Pero cuando después de vestirlo lo obligaba a ducharse vestido empezó a desconfiar.

- A que juegas Manuela, a que viene todo esto-
-¿ Quien eres? ¿quien eres? ¿Dónde estas? No te encuentro, no te encuentro... – Le respondia desde el fondo de mi deseo, no queria verlo a el, queria verla a ella. Fantaseaba que él era ella.
- Estas muy rara, Manuela... me quieres decir lo que te pasa.-
- Cállate y vete.- Me senté de cara a una ventana y no me moví en hasta que sentí que se había ido. Josep se aterrorizo, y su partida me dio alas para dedicarme exclusivamente a mi obsesión, dia y noche como un zombi, reclamaba al cielo una tormenta. Pero nunca llovía. Sola y encerrada mi pasado ardió dejando un olor rancio, desaprendí los viejos caminos y me quede vacía. Cuando no estab absorta en casa mirando las nubes me daba eternos paseos por todas la calles de Madrid buscando in lugar similar al que aparecía en mis sueños. El mundo se abría extenso como un laberinto y ella era un espejismo escondido entre el cemento.

Una tarde a finales de agosto en el punto más critico de la sequía que azotaba el cielo se encapoto de nubes negras y estalló una tormenta milenaria. La ciudad entera estaba azotada por un aguacero inclemente. La ciudad se convirtió en un gran desierto de cemento, de calles vacías y ríos. Un rayo cruzo las nubes y toda la cuidad retumbo, un escalofrío me recorrió la espina dorsal de un extremo a otro, me lance a la calle. Toda la ciudad olía a ella y a tierra mojada.

En las afueras cuando las nubes amainaron un poco y los últimos rayos de sol iluminaron la tarde, llegue a los jardines del palacio real y bajo el sendero de arboles que daban paso a los jardines del moro, escondida detrás de unos arbustos allí estaba ella en la parada de autobús, esperando, esperándome, saliendo por fin de mi sueño, haciéndose real. Me miro y por fin el sueño pudo continuar.

La tela...

La tela cayo sobre su cuerpo, el rio vertió sus aguas y estas se irrigaron en cada poro de su piel. Sus párpados se cerraron. Toda la tierra olía a semillas. Un pájaro vólo cinco veces sobre su espalda hasta dormirse en la ondadura de su talón. Atardecía.

Miradas, barcos, islas, globos y deseos...

Se me estas mirando y te miro de reojo, y sabes que te estoy viendo. Pero yo estoy sentada bajo una palmera, en mi isla, y este mar que me rodea está surcado de tiburones. Se que pensarás que estoy en mi mundo y es verdad. No puedo salir de mí mundo ni un momento, pero lo cierto es que tu vas en un barco que no tiene gasolina y yo veo como a veces sacas los remos, y parece que te fueras a acercar. Te miro, te sonrío y te espero. A este juego estamos jugando las dos, tu mueves una ficha, yo otra… y a esperar… pero no tengo prisa. Igual deberías comprarte un globo e ir con menos tripulación, quizás si llegaras volando te haría un sitio bajo la sombra y sacaría la cabeza de dentro de mi burbuja. Pero es que , me ha dado por ser tímida, por momentos, solo por momentos… aunque no te confíes, que puedo hacerte una caída de pestañas… Se que estas ahí, sabes que estoy aquí… ¿será igual de intensa la sensación si te beso?… no lo sé, de todas formas, no tengo prisa, por aquí andaré y por aquí andarás…

las amistades de Beatriz 7

Mira cabizbajo y piensa que tal vez no tenga razón de decir, lo que hace un momento queria decir… se queda callado y espera. Tantas buenas ideas alrededor y sin poder alcanzarlas, pero no es cierto, lo se… cuando la timidez se afloja y hablas con él en una conversación de a dos, piensas en todo lo que tiene que decir y se guarda, en lo dulce que es y en lo excesivamente respetuoso… le admiro, pues yo peco de lo contrario, y a veces pienso en voz alta y hasta con megáfono, por eso le caigo mal a un buen grupo de gente…

las amistades de Beatriz 6

Es como un diablo pequeño, la mirada picara y brillante, observandolo todo...
Cuando va abrir la boca, le temo y le espero
pues se quien es...

*;)

las amistades de Beatriz 5

Siempre se extiende en el suelo todo lo grande que es, y sus ojos enormes miran sin mirar, intensos, negros. Sus orejas peludas, se caen a los lados y es lo único que se mueve fugazmente cuando algún sonido merece ser investigado. Siempre está y no habla, ¿O sí?... a veces me parece que habla.

las amistades de Beatriz 4

Mira hacia el frente se sube la braga para no inhalar humo y se lanza a toda velocidad por mitad de las calles y los coches. Su cabeza siempre esta volando lejos, la ciudad se despierta y la velocidad marca la melodía de su danza. Los sueños se van acumulando y las ideas explotan a cada pedaleo… no les dará tiempo a coger polvo, pues entre los tupidos rizos , un cerebro bulle para no perderse nunca entre laberintos.

las amistades de Beatriz 3

Una casa en una esquina se impone con su presencia antigua sobre las demas de la calle, dentro una mesonera con el pelo azul mira con descaro y descuido una tarde de domingo, donde el viento perdido baila con las bolsas de la calle.
Mirando calle arriba, espera, espera y finalmente espera. Que llegue ella,
siempre la espera sin buscarla, sin llamarla...

A lo lejos ve su silueta bajando la calle, cojiendo la camara y enfocandola en un beso, antes de que el flash la deslumbre, una rafaga de viento abre todas las ventanas y estalla una tormenta...

Las amistades de Beatriz 2

Beatriz se levanta por la mañana, se desespereza... va al baño. Es un día especialmente tranquilo. ¿Será sábado? Se intenta acordar de lo que hizo el dia anterior... un poco de agua le mejorará la memoria. Diluviaba en madrid y los dos chicos que conocieron y se hicieron sus amigos, la acompañaron a ella y a Lucia hasta La Gran Via. Ellos se quedaron viendolas irse en el taxi a casa y Lucia la miro a los ojos:
- Tu crees que tienen donde dormir hoy.-
- Seguro que si.- Respondió Beatriz dudosa.-
- Casi no hablaban español.-
- Si, pero son inteligentes y buena gente, eso se ve a la legua, no te preocupes que los volveremos a ver.-

Lucia se arrellano en el sillon y los ojos le brillaban, Beatriz la miro con el cariño que le tenia desde ya hacia una decada, las dos se enamoraban siempre de quien menos les convenia, tenían que hacer grandes esfuerzos para no intentar resolverle la vida a la gente de su alrededor. Eran fuertes, dulces y vulnerables.

Las amistades de Beatriz 1

Beatriz se iba a dar una ducha cuando sono el timbre; era Arthur. Si Beatriz hubiera sabido que esa era la última vez que veria con vida a Arthur lo habria invitado a cenar y habria estado mas pendiente de él. No en vano era su mejor amigo y complice desde hacia muchos años. Se conocian desde pequeños y su vida había transcurrido paralela. Era una de esas relaciones que no entiendes si no la has vivido. Pero Beatriz tenia gripe, fiebre y mal humor y era tarde. Sabía que Arthur venia a cotillear como era de guapa la nueva compañera de piso neoyorquina de Beatriz. Arthur era una de las pocas personas que Beatriz hubiera permitido que la sacara a tomar unas cañas en ese estado, pero se hizo a la idea, por si acaso el romance entre Gina, su compañera de piso y Arthur prosperaba. Despues de compartir unas pipas con ellos sentados en el suelo de plaza de Lavapies, se disculparia y se a iria dormir.

El Viaje

La ciudad era una lluvia perpetua
verde y azul,
la vegetación exuberante
bajaba por las piedras.
El frío intenso estaba sentado fuera.
Ella sentía un témpano de hielo dentro.
Avanzaba silenciosa y descalza,
la piel mojada por el sudor.
El deseo anidaba entre sus senos y sus axilas.
Descubría, descubría su ceguera,
un fuerte olor inundaba sus fosas nasales.
No podía respirar
y su piel se impregnaba
de ese olor caliente,
asfixiante y húmedo.
Deslizaba su mano por el muro de piedra,
todo estaba lleno de sombras,
la piedra fría chorreaba por las comisuras
el mismo líquido denso que salpicaba su cuerpo.
Andaba con la mano pegada al muro
cuando se hundió en un agujero caliente.
Era una herida de piedra,
la mano le chorreaba,
su mente le mandaba destellos de color,
su cabeza sentía una pulsación contínua,
su estomago una punzada de miedo.
Su cerebro le envío destellos rojos
en la oscuridad brillante de su memoria.
Se durmió, se desmayo agotada
al despertarse se moría de sed.
Se arrastro por el barro
llegó a una laguna infinita,
la belleza era agua,
manantial profundo y cristalino.
Esa belleza presente, ansiada, buscada
esa belleza ausente, como un invitado de hotel
como un postre en el día especial, como un premio.
Esa belleza fugaz y eterna
Bebió y el agua limpió su mirada
Avanzaba entre los colores, buscó con sus manos el sol.
Sin sol se marchitaba, se pudría
y la rancia belleza era queso podrido,
era una arcada forzada en la garganta.
Abrió una puerta y todo se salpicó de rojo,
de un rojo líquido y brillante.
Tuvo miedo de perderse en ese rojo,
y un grito cortó el silencio
y sus ojos se llenaron de lágrimas,
dando paso a una tristeza profunda.
La desesperación fue música de sus días.
No quiso cerrar los ojos,
todo era rojo espeso, irrespirable.
Se ahogó, hundiéndose en el rojo,
desnuda se dejo arropar por ese mar denso.
Al dejar de luchar, pequeñas y dolorosas muertes se sucedieron y una metamorfosis se gesto dentro de su escamada piel.
El tiempo paso muy lentamente,
los tiempos en las pesadillas se dilatan
y aceleran a su antojo.
Una mañana despertó llorando,
ríos brotaban de sus bocas.
El olor fue aire,
fue bruma de playa,
fue niebla despejada.
Las lagrimas le arrancaron todas las costras
que durante siglos habían llenado sus capas.
Ese mar salado brotó de sus entrañas
y le cicatrizó todas las heridas.
Se puso de pie
y el olor de las nubes de tormenta,
el tacto frío y desnudo del muro,
se tiñó de tristeza tranquila
con destellos grises, verdaceos.
Cuando miró al cielo flotaba en las nubes una ventana por donde vió una ciudad verde y azul en lluvias.
Desde una esquina de esa ventana saltaban burbujas
de pintura que se multiplicaban,
volando desde la ciudad,
del mundo exterior al rojo.
Burbujas que se perdían detrás de una esquina.
El verde creció melancólico,
lo ocupó todo y ella soñó,
absorbió ese tono oscuro.
El verde tiñó al rojo y avanzó.
Andaba por la página
de un libro lleno de polvo,
pego un salto y paso capítulo.
El universo verde estaba lleno de música “indie”,
música melancólica y apagada,
música rebelde y sumisa de canciones tristes,
que empiezan donde se establece
una frontera definida entre el dolor
y seguir el camino felizmente
y si no simplemente seguir.
En el verde entendió la semilla de las debilidades
humanas, mirar hacia atrás y perderlo todo.
Así perdió Orfeo a Euridice,
que estúpida y humana fue esa mirada fugaz.
Un día dejó de recordar quien fue antes de la pesadilla, dejó de recordar a quién amaba en ese momento,
dejó de recordar las heridas,
el sol la acariciaba por las mañanas y su piel se iba fundiendo con el largo muro roto anteriormente.
Ya era carne tierna,
cicatrices cerradas.
El agua que bebía ya no salía convertida en lagrimas.
De su cabeza surgieron nubes
que se evaporaron desde su cerebro creando lluvias, sembrando cosechas de nuevas emociones,
arco iris por los que caminó con su tacto de espejo.
Su mente pensaba en la naturaleza toda.
Le llegaba el olor a barro mojado,
todo era límpio, abierto.
Su cuerpo se sentía cómodo
en la placenta de calor donde sé había refugiado.
Arqueó la espalda y se dejo caer
sobre el arco iris hacia atrás.
Su cuerpo fue entonces firmamento de estrellas
y su cerebro le mando destellos azules,
en todos los tonos que su mente recordaba.
El día que decidió no mirar atrás
todo era azul,
los buses azules,
las mujeres azules con sus sonrisas azules
y sus palabras azules.
Todo azul y una felicidad azul,
una mañana de mayo su piel se levantó azul
y salió a beber la belleza de a poquitos,
para no desdibujar los contornos de lo amado.
Toda la naturaleza del mundo
y su cuerpo sediento eran uno sólo,
sus poros se abrieron a la caricia del amor.
Su cerebro le mando destellos fucsias.
Y decidió volver a mirar,
abrió los ojos y pudo ver.
Llego una nube fucsia,
al mirarla descubrió la sensualidad,
escondida detrás de las palabras.
Llena de erotismo y libertad,
una cascada pasional y efímera.
Miró sonriendo al cielo
y le llovieron míl amantes efímeras,
mariposas fucsias de noches azules.
Todo empezó a palpitar
y la ventana se abrió hacia el espejo.
Se miró, reconociéndose en el rostro
de una mujer más joven,
más viva, más libre, más bella.
Había viajado dos horas en un tren extranjero,
leguas de sensaciones en su pequeña cabeza.
Sus ojos antes castaños,
tenían una coloración verde brillante.
Extraña.


********************************************
Extraido de:
VIDA LUZA
Con los pies en la arena
Libro de poemas escrito por Asor

La ciudad se diluia bajo la lluvia...




La cuidad se diluía bajo la lluvia. Alejandra desde su cama pensaba en todas aquellas otras tormentas en las que había entretenido las horas muertas acompañada haciendo cualquier cosa sin sentido, pero que daba todo un sentido al vacio que ahora sentía. Ahora estaba sola, con una sensación extraña pegándose a su piel, una mezcla de calor y deseo.

De repente el timbre del telefonillo, la devolvió a la realidad. Alguien volvía a desestabilizar la armonía, de vivir con un universo flotando por encima de su cabeza. Fuera quien fuera tenia la certeza de que Alejandra se encontraba en casa por que no dejo de insistir hasta recibir al otro lado del auricular una voz derrotada.

- Si, ¿quien es?-
- Soy “Yo” - contesto una voz serena al otro lado del telefonillo
- ¿Y que quiere “Yo” hacer en mi casa? .-

Pregunto Alejandra pensando que alguna amiga le estaba gastando una broma.

- Venia a refugiarme de la lluvia o a tomar un té.-

Alejandra, pensando que seguramente era Julia con una amiga en unos de sus jueguitos, abrió tranquila la puerta.
Al parar el ascensor en su piso, Alejandra pudo comprobar que de este se bajo una mujer, sola y que además no conocía. Era alta y su presencia era como un imán.

Alejandra sentía que la misma lluvia que martilleaba fuera estaba dentro del edificio, su mirada se lleno de agua…

Cuando volvió a despertarse había oscurecido y no podría determinar que hora seria. Lo primero que pensó fue que decididamente había estado soñando. Pero al levantar la mirada hacia el balcón allí estaba ella. Miraba al infinito, con una gabardina de hombre que le quedaba grande y con el pelo en una trenza que le caía hasta la cintura.
Alejandra que vivía con un pie en la fantasía y otro en la realidad, no podía evitar que su curiosidad le ganara siempre la batalla a su miedo y se acerco a ella.
Antes de que pudiera tocarle el hombro la desconocida se dio la vuelta y mirándola a los ojos le esbozo una sonrisa:

- Te levantaste por fin, me has dado un susto tremendo.-

Alejandra había escuchado antes esa voz, pero no recordaba a esa mujer. La miro un segundo intentando rebuscar una imagen de ella en su cerebro, pero no encontró ninguna…

- Tu si que has dado una sorpresa tremenda, ¿Quién eres?-
- ¿Y eso importa mucho?-

Le respondió la desconocida desafiándola con una sonrisa y añadió.

- Soy un hada madrina, pideme un deseo y te lo cumpliré.-
- ¿Qué me ha pasado?.-

Pregunto Alejandra, que acababa de acordarse de que se había desmayado.
- Un bajón de tensión, o de azúcar, cosa que no me extraña pues viendo las telarañas de tu nevera, se nota que hace años no vas a la compra y no creo que sea una cuestión de dinero.-

Alejandra empezó a pensar que para ser una alucinación o en el peor de los casos una aparecida era un poco impertinente.

- ¿Y que quieres de mi?-
- Quiero tus sueños, no todos solo los malos.-

Alejandra quiso ir un momento a la cocina porque se estaba mareando de nuevo, pero la puerta ya no estaba allí. Toda la habitación se había derretido y solo quedaban pequeños trozos como fotografías flotando en mitad de la noche. Estaba descalza y bajo sus pies solo tenía tierra. Ahora la mujer estaba sentada en una rama y a veces cuando sonreía en mitad de la noche, solo se alcanzaban a ver sus dientes blancos.

- ¿Cómo te llamas?.-
- Alejandra.-

Se llamaba igual que ella, y su voz era como la de ella, pero como si estuviera grabada por un magnetofón viejo. Por eso le era familiar. Alejandra se acerco a la mujer y le tendió la mano, su mano era igual que la de ella, pero con la diferencia que la otra parecía ser el reflejo de esta en un espejo cóncavo. Ella era la otra y la otra era ella. Por eso la tomo de la mano, la sentó en la tierra, puso su cabeza en su regazo y empezó a hilar un sueño en el cual una araña mágica le tejía todos sus desdoblamientos a su piel y las personalidades que la habitaban volvían a su centro, para no multiplicarse y hacerse en cuerpo presente, que le terminaran de romper le frontera que tanto le costaba mantener entre la realidad y el sueño.
Dentro de la habitación desconchada de Alejandra había un jardín secreto, fuera en la calle, la ciudad se seguía diluyendo bajo la lluvia y el color ocre impregnaba todo con un olor a cuero viejo.

historias alrededor de un armario: 3º Verdad

Debe ser alrededor de las seis de la tarde cuando Lucero, la mama de Merci y Mona, las dos primas gemelas de Darwin, se levanta de la siesta. Este clima húmedo deja un rastro pegachento y de un olor persistente por toda su piel. Se ha cocinado durante las ultimas dos horas en su propio caldo y por el tono de su piel, se podría decir que la carne esta mas que tierna para una sopa. Medio, entre sueños, ya se estaba preocupando de que las dos nenitas,no habian hecho ni un solo ruido, como era su costrumbre. Era muy raro que no dieran señales de vida por toda la casa. En que andarían, las conocía bien, ya habían pasado cuatro años desde que las trajo al mundo; Merci tomaba las decisiones importantes y Mona era la zalamera, la relaciones publicas, la coqueta, que ejecutabalas decisiones de la otras. Las gemelas eran un mundo aparte, unico e indivisible, mientras una actuaba la otra la miraba distraída, como en otra cosa, pero quien las conocía bien sabia que actuaban como una sola persona. La ultima vez que pasaron mas de una hora en silencio, Las encontró debajo de la mesa, de pies con toda la espalda apoyada contra la pared, los pantalones llenos de polvo, las manos escondidas y cuando las separo de la pared los dedos hasta la mitad bañados en leche de tiza y en la pared un agujero de mas de quince centímetros de diámetro y tres de profundidad que abría todo un señor hueco hasta el muro de ladrillo. Se habían estado comiendo la cal de las paredes y después arañando el yeso. .. Y hoy, ¿donde se habrían metido? Llamo a todos los de la casa, y después de dos horas, Alexandra grito “ Las encontré”, todos corren al cuarto de los tíos Ramón y Paula. Y allá en el fondo del armario están sentadas ellas dos con su dos sillas en fila, mirando hacia la puerta, con sus mochilas puestas, suben la mirada con una mezcla de sorpresa y alegría infinita: “Verdad, que ya llegamos a la casa de la Abuela? ¡¡Uy¡¡ mama, como hiciste para llegar antes que nosotras, se tarda mucho en cruzar todo el Atlántico. Nosotras llevamos un ratotote y tu ya llegaste. ¿Cómo fue que nos adelantaste? Otra vez estaban jugando a que el armario era un avión... Aunque ¿para ellas era un verdadero juego?

Historias alrededor de un armario: 2º Atrevimiento

Sofía se levanto muy contenta esa mañana, no solo era sábado, uno de sus días favoritos sino también su cumpleaños. Estaba medio cuerpo debajo de la s sabanas y las piernas fuera, muerta de calor, los mosquitos no habían dejado de picarla durante toda la noche. Y ella no habia dejado de dar vueltas en la cama. La pereza la dominaba por completo en esos momentos, estaba bañada en sudor y deseaba levantarse, llenar la bañera de agua, una bañera de 3 metros de largo, que en otro país seria inconcebible, pero que en Maputo es parte de la absurda realidad de toda una ciudad diseñada para estar de vacaciones...

"Si lo mejor seria darse un baño", pensaba Sofia, "bucear" ... su cuerpo era tan chiquito, ella se miraba los dedos de los pies mientras pensaba: "no esta mal para cinco años". Y se imagina como un pescado flotando de un lado a otro de la bañera. Pensaba, pensaba Sofia: "Su mama, no se ha habia levantado todavía, sino ya estaría gritando y pidiendo ayuda para esto y lo otro. Su mama, a veces es muy cansona. Y Darwin, a Darwin lo odia, es su hermano mayor, siempre mirándola desde esos veinte centímetros que le saca de altura, es un traidor y se la tiene jurada. Él último domingo cuando jugaron con todos los primos dentro del armario. Él le había contado a todo el mundo su secreto, su gran secreto, su punto más débil. Darwin había ideado un complto y de repente dijo: ”Patata podrida”

Y todos se le tiraron encima, Sofia se intento zafar, pero era complicado cuando cinco pares de manos no dejan de tocarte en tu punto flojo y a la final después de cinco minutos eternos de cosquillas se meó irremediablemente encima. Ese era su secreto, que si le hacían cosquillas se hacía pis encima"

Y los niños no pararon de hacerle cosquillas dentro del armario hasta que el olor dulzón y ocre de la orina se apodero de todo el aire y decidieron bajar al parque a jugar al futbol.

La bebe Marianita


Había una vez una niña pequeña muy pequeña que se llamaba marianita, esta niña primero había sido una tripa muy redonda y bonita dentro del cuerpo de su mama Sandra. Pero como marianita era un bebe muy grande muy grande la tripa se quedo pequeña y su mama tuvo que ir corriendo al hospital pues marianita grande y cabezota había decido nacer dos meses antes...

La primera vez que la vimos estaba en una incubadora dentro de una habitación muy blanca, todo el mundo que entraba tenia que dizfrazarse y ponerse batas verdes lo que les daba una pinta de carnaval de hospital...

Marianita no hacia mas que moverse de un lado a otro de la incubadora, daba vueltas como si estuviera en un tiovivo particular. Primero se iba arrastrando de una esquina a otra y luego a otra... a lo lejos se veía que había salido con la herencia de la familia, bebe curiosa y activa.

Desde el otro lado del cristal distinguíamos sus movimientos inquietos, la acompañábamos en sus exploraciones y le hablábamos en el lenguaje de los bebes mimados.

Siempre no sorprendió que frente a los tranquilos niños de las cunas de al lado ella se mostrara tan interesada por la luz y por reconocer todos los espacios... No sabíamos lo que se nos venia encima, o si lo sabíamos y mirábamos con ternura a Sandra. Marianita salió igual de hiperactiva que todas las mujeres de la familia. Chillona, escandalosa, coqueta, alegre, simpática , dominante y sobre todo independiente.

Marianita siguió creciendo y nos dejo a todos atrás era tan grande que los pájaros hacían nidos en los bolsillos de su vestido y los señores que ponen los cables de la luz le pedían ayuda para que les sujetara la escalera o les pasara los alicates.

A veces cuando algo no le gustaba se enfadaba y hacia grandes agujeros dentro de la tierra por donde escondía la cabeza pegaba gritos y luego lo llenaba de agua y peces de colores creando a cada berrinche un nuevo mar.

Su mama tenia que subirse en un ascensor con la sopa y con una cuchara muy grande le daba de comer...

Pero marianita era una bebe tan grande y caprichosa que a veces se negaba a tomar la sopa y del manotazo que daba al plato, dejaba a su mamá mojada de los pies a la cabeza. Cuando sucedía eso la familia sufría unos ataques tan fuerte de risa que les salían granos de color verde menta y la fabrica de caramelos de la ciudad, se los compraba para hacer chicles.

Con el dinero de vender los granos de color verde menta toda la familia se sujetaba a las faldas de Marianita y se iban corriendo al mercado a comprar, cebolla, calabacín, zanahoria, papa, pollo… para hacerles sopas cada vez más ricas a la niña consentida.

El yogur caducado



Gus odia los lunes, esos días de vuelta al horrible trabajo, además el trabaja en uno de los medios de transporte más importantes de Madrid, los autobuses de la EMT. Se tiene que levantar a las 5 de la mañana. "Dios suena el despertador, ya, ya son las 5...¡ ODIO LOS LUNES¡¡", piensa GUS. Y es que la noche anterior se quedo tan enganchado viendo la tele y devorando todas las golosinas que quedaban del cumpleaños del mocoso. “La niña”, como le llaman los vecinos. Si no hubiera sido estéril le habría engendrado machos como dios manda en el vientre a Beatriz. No ha dormido casi nada, se ha pasado toda la noche dando vueltas de tornillo sobre su propio eje. Del atracon lo peor el yogur con trocitos de fresa, uno de sus favoritos. Aumque llevaba una semana caducado, no dudo en comerselo junto con las palomitas. De la indigestión casí no pego ojo, en toda la noche. " Porque porque porque... ", se va hacia el baño abre el grifo de la ducha, el agua sale a presion y todo se llena de vapor. En una percha esta colgado su impecable traje de conductor de autobuses. "Beatriz es un cielo", piensa, "solo por eso le perdono, ese hijo o lo que sea que tiene. Se dirige a la cocina y pone la cafetera a funcionar. Cuando vuelve al cuarto, le da un beso a Beatriz en la mejilla. Para haber dormido tan poco se siente más ligero. Todavía se siente como un tigre, joven y robusto. Todo un macho ibérico.

Después de ducharse y ponerse el traje la cafetera empieza a sonar y se va corriendo a la cocina. Con la mala suerte que al salir del baño se resbala cayendo sobre la cama;

-JODERRRR¡¡¡

Su mujer se despierta asustada, del baño sale un grito con una voz femenina, se acerca con cautela a la puerta del baño y al abrila grita;

- SOCORRROOOO¡¡¡ QUIEN ES USTED QUE HACE EN MI CASA Y CON LA ROPA DE MI MARIDO¡¡¡¡ -

Gus no entiende nada, mira a su mujer con preocupación "¿Estará enferma?", piensa... decide preguntarle;

-QUE PASA CARIÑO?.¿ESTAS MALA?...

Ella se levanta de un salto, y se apoya contra la pared:

- GUSTAVO¡¡¡¡ SOCORROOOOO HAY UNA MUJER EN NUESTRO BAÑO ¡¡¡¡ DONDE TE HAS METIDO¡¡¡¡ -

Gus no da crédito, su mujer no lo ve, ¿pero de que mujer habla?, pero esta loca, el no ve ninguna mujer, como puede haber una mujer en el cuarto sin que él se de cuenta. Decide tranquilizar a su mujer, que decididamente ha perdido el juicio;
- CARIÑO, CARIÑO, CREO QUE ESTAS MALA. DEBES DE TENER FIEBRE... -.

Beatriz muy asustada, empieza a gritar y a moverse por la habitación, sin dejar de vigilar a la desconocida que ha osado entrar en su casa, bañarse en su baño y ponerse la ropa de su marido.

- GUSTAVOOO, ROBERTOOO…- Grita desesperada.

Por la puerta aparece Roberto, el hijo de 15 años de Beatriz;

- Joder mamá, ¿que te pasa? ¿ Es que no hay una sola mañana que no te levantes gritando?.-

Gus, empieza apensar que todo esto es una pesadilla, debe de estar soñando. Por si acaso se pellizca una oreja. Le duele,ademas tiene las uñas asombrosamente largas, él. "No, no puede ser" piensa, no esta dormido. De repente se fija en sus manos;

- ¡AHHHHHHH!, DE QUIEN SON ESTAS MANOS.....-

Beatriz, le dice a su hijo;

- VEN AQUÍ hijo, QUE ESTA LOCA Y NO TENGO NI REMOTA IDEA DONDE ESTA GUSTAVO.-


Roberto ha corrido al lado de su madre, mira a la mujer que va vestida como el bastardo de su padrastro, lo cierto es que se parece a él, pero con 20 años menos . A lo mejor es una hermana de Gustavo, es guapa, un poco rara...pero guapa, la mira con curiosidad y le dice:

- HOLA, SOY ROBERTO, TU DEBES DE SER HERMANA DE GUSTAVO , NO NOS HABIA DICHO NADA DE TU VISITA.-

Gus esta completamente asustado, no escucha a Roberto, hace ya 10 minutos que se mira las manos, con miedo se las a posado en los pectorales y grita:

- TENGO TETAS¡¡¡ .-

A lo que le responde con dulzura Roberto;

- Si además firmes y bonitas, eres muy afortunada.- Le dice tocandoselas y haciendole un guiño del ojo con algo de envidia.

Beatriz no puede hablar, esta en estado de shock, no entiende nada, no sabe que pensar, será una hermana de Gustavo, será una loca, donde esta Gustavo. Y porque le tienen que salir siempre torcidos los lunes. Decide no moverse de donde esta. Gustavo se esta quitando la ropa, tirándola por encima de su cabeza mientras corre hacia el cuarto de baño. Y cierra la puerta tras de si.

Pasa mas de una hora, mientras la cual Beatriz y Roberto se han sentado en la cama y han repasado todas las posibilidades para que una mujer así se presente en su casa a esas horas. No se explican como ha entrado en la casa y como Gustavo no les aviso que vedria. Deciden pensar, que sea una loca o lo que sea, es alguna familiar o conocida de Gustavo, por eso le van a seguir la corriente hasta que aparezca Gustavo y les aclare la situación. Desde la puerta cerrada del baño se llevan oyendo sollozos y preguntas al aire;

- ¿POR QUÉ YO? ¿POR QUÉ A MI? ¿QUÉ HE HECHO YO PARA MERECER ESTO?....-

Roberto, como florecilla silvestre, se acerca a la puerta del baño y golpea con voz dulce:

- HOLA, GUAPA, ESTAS BIEN. HABIAMOS PENSADO QUE A LO MEJOR TE APETECE DESAYUNAR CON NOSOTRAS, VENGA MARI... QUE NOS TIENES EN ASCUAS... CUENTANOS COMO CONOCISTE A GUSTAVO, SI ERES UNA FAMILIAR O LO QUE SEA... TODO ESTO NOS HA SORPRENDIDO TANTO TANTO, PERO NO IMPORTA MIRA, PUES TOTAL... ASI HOY YO, YA NO VOY A CLASE GRACIAS A TI... PRECIOSA.-

Gus, sale del baño, solo con una camisa, puesta. Roberto piensa, que para el cuerpo bonito que se ve que tiene, anda como un camionero de carretera. Eso no puede ser, le va a tener que enseñar un poco de Glamour, porque sino toda esa belleza quedaría completamente tirada a la basura. El si sabe como debe andar y vestirse una chica, ya ha decidido adoptarla y hacerse su madrina. Se la ve un poco perdida y necesitada de ayuda.

Beatriz, esta asustada, esa chica tiene la misma mirada que su marido y no sabe que pensar, será de verdad una pariente,
o algo peor, una ex, o una amante. Cree que la opción de desayunar con ella y sonsacarle información ha sido una idea maravillosa de Roberto. Su niño siempre ha sido muy sensible y especial. Tiene el sexto sentido de las mujeres muy desarrollado, ella lo adora.

Gus, ha descubierto en el baño que no solo tiene tetas y para que negarlo, duras y bien puestas como a él le gustan, sino que también un coño muy florido y las piernas llenas de pelos. No sabia que las mujeres tenían tantos pelos en las pierna y las axilas. Eso de la depilación debe hacer magia. Pues la densidad de estos no dista mucho de su población de pelo en su estado anterior.

Se ha levantado convertido en una mujer. Ha visto muchas películas de ciencia ficción donde ocurren cosas raras, quizás sean los alimentos transgenicos, quizás el yogur caducado.... " ¿Cómo va a continuar con su vida ahora?" Ama a su mujer, pero si sigue con ella, todo el mundo va a empezar a hablar... y sobre todo como le va a explicar a su mujer que él, piensa ahora ella, es su marido, por derecho, o ahora su mujer... O sea que es "LESBIANO", no "LESBIANA", porque ahora es una mujer, pero ¿Querrá su mujer acostarse con otra? o sea con él que ahora es ella... ¿ Y si le gusta ? Y si luego vuelve a ser hombre... no sabe que hacer, decide tomarse el cafe y averiguar que piensa su mujer de las lesbianas, para ir tanteando el terreno de conquista....

Cuarto de hora en un tren de cercanias

0800h AM.

Es domingo y la estación de Atocha esta casi vacía, la luz de la mañana entra por los ventanales del techo, en el anden 1 de los trenes que se dirigen al norte de la cuidad, hay unos cuantos excursionistas y aquellos con menos suerte que les toca trabajar también los festivos. Juan baja en la escalera eléctrica hacia el primer anden de lejos ve la silueta de una mujer que le resulta familiar. Se acerca con precaución, para confirmar si la conoce de algo.

0810H AM.

Llega el tren que hace la ruta hasta Alcobendas.
Juan sube tímidamente detrás de la mujer, y como por casualidad se va a sentar en el mismo lado del vagón a dos asientos de ella. Ella levanta la vista distraída y reconociéndolo le pregunta:

- Juan, Juan Anselmo?.-


Juan ya viéndola completamente, la reconoce, han pasado muchos años. Es Irma, su vecina del barrio, de su querido barrio perdido, en algún rincón de Guayaquil… allá muy lejos. .

- Irma, vecina, ¿Cómo usté por aquí?

Irma sonríe y abre mucho los ojos, le brillan especialmente

- Pues llegue hace seis meses, me ayudo una prima mía que ya lleva aquí un año. Y como no había que hacer, en guayaquil, mi prima me dijo, vengase que la hermana de mi señora necesita alguien en la casa, que se encargue de la comida, el abuelo y los niños. Tuve mucha suerte. Al segundo dia de llegar ya estaba trabajando.

0815H AM.

Juan la mira de arriba abajo y una sonrisa que le sale desde el alma le ilumina la cara.

- Que casualidad venirnos a encontrar en el tren.-

Irma, le devuelve la sonrisa y se arregla el pelo, el resto del trayecto se contaran una vida y otra y otra….

Cuentos politicamente incorrectos 1



I. Caperucita Roja



Caperucita Roja estaba harta de vivir como siempre le había enseñado su mamá, siempre haciendo lo que la gente esperaba de ella, nunca diciendo una palabra más alta que otra. Así que la mañana que su mama le pidió que le llevara los taper con sopa y cocido congelado para toda la semana a la abuela. Caperucita vio una luz en el horizonte y le respondió feliz a su mama:

- Claro mamí, estoy encantada y feliz de poder ayudarte.- Formula antes aprendida a base de cocotazos que le propino su mama.

Por eso, esbozando su mejor sonrisa, Caperucita espero que su madre se enganchara a la telebobela y se fue con su mochila ha recorrer mundo. Pues Caperucita Roja estaba harta de llevar el peso encima de no solo ser una niña modelo de cuento, sino también de llevar una ropa que no se adaptaba a su estilo.

Así que a media mañana andando por el bosque de la zona rural donde su abuela se alojaba, Caperucita se encontró un perro bastante feo y despeluchado que empezó a seguirla. Ella le grito varias veces:

- Vete, perro, que no quiero hacerme responsable de nadie.-

Pero el perro, no atendía a razones y la había elegido como dueña. Al final Caperucita pensó que era tan feo y despeluchado que le venia muy bien para la nueva imagen que quería llevar. Así que decidió bautizarle, echándole unos trozos de barro y mierda de vaca que se encontró por el camino:

- Yo, Caperucita te bautizo “LoboFeroz”, amigo y fiel compañero.-

Y siguieron los dos de camino a casa de la abuela. Cuando llegaron sedientos, la abuela que tenía una mentalidad mucho más abierta que la madre de caperucita, estaba reunida con todas sus vecinas de sesenta años recordando sus adorados años “hipiies” de los sesenta, haciéndose trenzas en el pelo y masajes en circulo, cantando a cappela y comiendo una tarta de chocolate que a cada bocado se morían tanto de la risa, que se tenian que ir corriendo al huerto y dar una voltereta en el aire.

Caperucita que era de las nuevas generaciones, no entendia tanto alboroto por unas trenzas y una tarta, así que saludo:

- Hola a la concurrencia, la sopa y el cocido de la semana.-

La abuela se levanto y se dirigió a ella:

- ¿Y este perro sarnoso?.-
- Es LoboFeroz, un nuevo amigo.- Respondió Caperucita

La abuela lo miro de arriba abajo y le entro tal ataque de risa, que se tuvo que ir al huerto a dar una voltereta en el aire.

Caperucita viendo que su abuela se pasaba a extremos peligrosos, guardo bajo llave toda la tarta que quedaba, pues sabia que era la única forma de que la abuela y compañía le prestaran algún tipo de atención.

La abuela que sabia que Caperucita siempre se las traía, se había dejado ganar la partida cuando se había ido corriendo al huerto, así que resignada llamo a todo el mundo:

- Chicas, atención¡¡ Que mi nieta a puesto bajo llave con su perro mugroso la tarta de chocolate, así que algo quiere…-

Todas protestaron, pero fueron corriendo a ver que se le había ocurrido a ese monstruo de niña que semanalmente rompía la armonía de su vida en comuna. La abuela la miro a los ojos y le dijo medio divertida, medio molesta:

- Habla, ¿Qué quieres ahora? Chantajista barata….-
- Quiero que me cosáis un traje nuevo, sin caperuza y por favor que no sea rojo. Renuncio, ya no quiero ser más caperucita.-
- Aja¡¡- Dijo la abuela mientras cogía un metro.- ¿Y para lobo feroz no quieres nada?
- Si, quiero que le hagáis un disfraz de conejo rosa.- Respondió Caperucita tan seria que nadie se rió y le empezaron a tomar medidas.
- ¿Y no quiere nada mas, la señorita?- Comento la abuela cuando habían terminado.
- Si, quiero la alfombra voladora y 500 euros.-
- No si tonta no es.- Dijo una de las abuelas.

La abuela de caperucita cogió el primer jarrón que encontró cerca y se lo tiro a la cabeza, la otra abuela que tenía muy buenos reflejos para sus setenta años cogió la escoba y le dio tal golpe que los trocitos quedaron fijados en el techo del salón como si fuera un cielo estrellado.

Al final la antes llamada Caperucita Roja le informo a todas antes de despegar con el también antes llamado LoboFeroz:

- Pues hasta siempre, señoras , desde ahora me rebautizo como Aladina y a Lobo Feroz como ConejoRosa. Nos vamos a recorrer cuentos, pues vivir siempre en el mismo es muy, pero que muy aburrido.-

Las abuelas como ya tenian la tarta de chocolate en su poder, se despidieron de ella haciendo muchas volteretas en el aire y riéndose. Cuando llevaban un rato volando y todavía oía sus carcajadas Aladina antes Caperucita Roja le dijo a ConejoRosa antes LoboFeroz:

- Pero que mal esta la tercera edad.-
- Si, ojala mis bigotes sean como los suyos.-

Respondió conejoRosa, pues con su nueva condición le pegaba un papel con más dialogo.
Los dos se rieron mucho y volaron en zigzag durante toda la tarde.

China¡¡¡¡

Ese martes por la tarde, todos los alumnos del colegio esperaban ansiosos fuera del recinto escolar. Expectantes y exaltados pues se respiraba el ambiente de pelea en el aire. Se había corrido la voz de que Ambar, la niña salvaje se peleaba con un Elchungo D.

Ambar hacia unos días había empezado a ir a clase, a mediados de curso, pues su familia acababa de llegar de la India. Ambar era una niña de piernas flacas, pequeña, con el pelo corto, rizado y despeinado, que ocultaba debajo de una gorra que le venia grande. Era hija única y su padre que había sido en su juventud boxeador de peso pluma le había enseñado a pelearse si surgia la ocasión de que lo necesitara, cosa que ocurria más a menudo de lo que Ambar deseara. Había cambiado tantas veces de colegio, que ya se conocia los inconvenientes de ser siempre la nueva, la de otro lugar, la rara. Ella no se consideraba una niña cursi, nunca habia jugado a las muñecas, ni habia quien le pusiera una falda. Era rara, lo tenia asumido, ella pensaba que diferente y sobre todo no le gustaba que nadie, y menos un chico le diera ordenes. Por eso aunque nunca empezara las peleas, no dejaba de pelarse... Por eso se habia ganado apelativos como "niña salvaje" , "marimacho" y cosas por el estilo.

Elchungo D , también acababa de aterrizar en el colegio después de su ultima expulsión por llevar dentro de la mochila cartones de tabaco para vender. Era un niño triste, que lo unico que poseia a ciencia cierta era el respeto generado por el miedo de sus compañeros. Vivía solo con su abuela, una mujer mayor descreida de la vida, con muchos años a cuestas como para andar con paciencia, frente a un nieto que le cayo del cielo pues su madre habia desaparecido un buen dia y su padre estaba a buen recaudo en la carcel de Carabanchel. Elchungo D era un niño rebelde de once años que ya sabia mucho de la vida, y que además no había quien le metiera en cintura. Las palizas que le propinaba la señora un dia si y otro también, no hacían sino agriar su temperamento. Cuando llego al colegio, todo el mundo le informo de la gran noticia, había llegado de la India, una niña a su clase, con los ojos verdes achinados que no se achicaba frente a las amenazas y que se peleaba como una leona si alguien la retaba o la insultaban.

Elchungo D, no iba a permitir que una niña y nueva, no le tuviera miedo, así que fue a buscarla en el recreo. Ambar estaba jugando al futbol con otros compañeros, cuando sintio que la empujaban:

- Asi que tu eres china.- Ambar que del empujón se cayo en el suelo, se levanto y sacudió el polvo de los pantalones, lo miro a los ojos y tranquilamente le dijo sin miedo;

- Multiplícate por cero.- Dandose la vuelta y volviendo a cojer la pelota, para seguir jugando.

Elchungo D, no estaba acostumbrado a no infundir temor, por eso se fue detrás de ella:

- Oye mona, vete a tu arbol.-

Ambar ni le miro. Asi que Elchungo D, la agarro de un brazo le grito:

- A la salida te espero, bonita.. que te vas a enterar.-

Ambar sin mirarle le respondió con la misma frialdad que él le hablaba:

-Muy bien, nos vemos a la salida.- Y se fue a clase pues ya sonaba la sirena.


Ambar salió con algunas compañeras de clase, que todavía no habían decidido si hacerse amigas suyas o no. El colegio entero estaba esperando en el parque que quedaba enfrente. Una emoción violenta estaba suspensa como una nube negra sobre la cabeza de todos. Al llegar Ambar, le abrieron paso y se cerro un circul alrededor de ella y Elchungo D. Este último seguia diciendole frases provocadoras y mirandola a los ojos, ella le mantenia la mirada pero no hacia nada. Eran de la misma altura y de la misma edad, Elchungo D quizás un poco mas fuerte en musculatura. Elchungo D, viendo que Ambar no se iba, pero tampoco tomaba la iniciativa, la fue a empujar y ella raidamente le esquivo. el le lanzo un puñetazo y ella lo bloqueo con un brazo, el le fue a dar una patada en el estomago y ella a pesar del dolor, rápidamente le cogió el pie y con el suyo le lanzo una patada al labio de él que empezó a sangrar. Cuando Elchungo D sintio un hilito de sangre caliente que le bajaba por el labio se desconcerto y empezó a lanzar puñetazos al aire como un loco. Ambar bloqueo muchos, otros le dieron de lleno, pero cuando se pelea el dolor pasa a un segundo lugar, pues la rabia te ciega. Y Ambar era demasiado orgullosa como para pensar en el inconveniente de hacerse daño. Ambar también perdió el control, preferiría no pelearse, pero siempre la acorralaban y parecía la única salida posible. Se tiro encima de Elchungo D, para poderle lanzar mordiscos, patadas, le agarro del pelo, se quedo con mechones dentro de los dedos. Elchungo D, nunca se habia peleado con una chica a el a lo sumo le habian dado alguna patada o puñetazos, pero morder, morderle o tirale del pelo nadie lo habia hecho. Su abuela le pegaba con el cinturon o con un palo. Pelearse agota mucho, así que Elchungo D hizo un esfuerzo por quitarsela de encima y la empujo al suelo mientras le decia:

- Mira niñata, ahora ya sabes quien soy yo.- Y se cogio su mochila y se fue.

Ambar se levanto y cogió sus cosas, y también se fue. Las compañeras de clase se fueron con ella en silencio mirandola como si fuera de otro mundo, pero al mismo tiempo orgullosas de que a pesar de la paliza no hubiera dejado de pelearse. Todo el mundo se habia quedado en silencio y los amigos de Elchungo D se fueron con él sin atreverse a decir nada.

A la mañana siguiente todos los profesores estaban al tanto de la pelea, el tutor Don Tobias pregunto al aire:
- ¿Alguien me puede explicar que paso ayer a la salida del colegio? -

Nadie movió ni una pestaña, como si Don Tobias, no supiera que no hay nada peor visto en el mundo que un niño chivato. Así que Don Tobias le pidió a Elchungo D que se acercara a su mesa y dandole una colleja le reprocho:

- No te da verguenza pegarte con una chica.- Y le dio después tal bofetón, que tiro al niño al suelo.

- No le pegue, abusivo.- Le grito Ambar al tutor, Don Tobias que en el fondo no era muy diferente de Elchungo D, no estaba acostumbrado a no infundir respeto y miedo, así que se acerco a la mesa de Ambar y le dio de la misma medicina.

Elchungo D, se habia quedado atonito, nadie en la vida le habia defendido y mucho menos alguien a quien él hubiera pegado antes. Se levanto del suelo, con la cara roja de indignación y rabia contra Don Tobias por humillarle y contra Ambar por defenderle. Nunca más volvio a dirigirle la palabra a Ambar, pero también le advirtio a todo el colegio que nadie se metiera con ella. Aunque no hacia falta, pues no habia un solo niño en el colegio que tuviera ganas de que le metieran un mordisco.

Boo el gato paracaidista



Boo quería ser Paracaidista, un sueño un poco difícil de llevar a cabo cuando eres un gato de menos de seis meses de edad. Pues como todos los gatos pequeños Boo, era mimado por su Estefania, que era su dueña, la que le alimentaba, le llevaba al veterinario... su madre adoptiva. Boo se aburría muchisimo todas esas horas solo en su casa, pues Estefania trabajaba fuera de casa. Él soñador miraba al cielo esperando que pasara algún avión, y su pequeña mente gatuna se llenaba de ilusiones. Boo soñaba con ir en veloces aviones, con un uniforme azul y un paracaídas con los colores del arco iris. Seria el mejor paracaidista del mundo, pensaba Boo.

Mucha gente pensaría que “Gato tan tonto”, pero es que la mayoría de las personas mayores piensan que los animales no tienen sentimientos y mucho menos sueños. No saben lo equivocados que están. Pues yo conozco a Boo y a todos los animales de este libro y pongo la mano en el fuego al decir que todo lo que aquí se cuenta es verdad de la verdadera.

Boo, era un gato europeo gris, con el rabo en forma de trueno, los ojos grandes y verdes. Y muchas ganas de jugar y volar. Cuando tenia tres meses vio una película donde el protagonista era un paracaidista que gracias a su valor había recibido muchas medallas y todo el mundo lo aplaudía.

historias alrededor de un armario: 1º Beso

Darwin esta enfrente del espejo de baño de la casa, entra el sol por la ventana y da reflejos. Está nervioso, siente un cosquilleo por el cuerpo. Ha tenido que subirse a un balde de ropa al revés, porque si no, no llega a verse. Uno de esos detalles insignificantes de solo tener siete años. Es domingo, los domingos le excitan, está mas hiperactivo de lo normal. Abre la puerta del armario, saca la crema dental, la despliega en el cepillo de dientes. Se mira en el espejo. Sé sonríe. Se mira los dientes. Esta un poco feo, se le cayeron ya los dientes de leche, dos de arriba y uno de abajo. Pero para el caso no importa, pues el resto esta igual. Cierra la boca, saca la lengua y empieza su ritual de lavado dental, tres cepillados en los dientes de arriba, tres, tres, tres, abajo, abajo, abajo. Y tres en los de abajo, arriba, arriba, arriba. Por dentro, los mismo, lo mismo, lo mismo. Como su mama le dijo que cepillándose la lengua, se previene el mal aliento, ya la tiene casi en carne viva, ya van ocho cepilladas.

Pero es que no se puede olvidar del último domingo, cuando de las cosquillas pasaron a la boca y que sensación. Se vuelve a cepillar otra vez los dientes de arriba. La lengua de… no sabia quien había sido y eso era lo mejor del juego. Era mojada y caliente. Y cuando entro en su boca, sintió algo muy húmedo y duro abriéndose camino por su cuenta entre las piernas. Era húmedo y rico. Sí húmedo y rico. Bueno, los dientes ya parece están blancos. Ahora se va a peinar su melena negra.

Este es el cuarto domingo que juegan dentro del armario. David es él mas alto e intenta controlar la situación, pero Laura, hace que todo se mezcle. Y como no puedes hablar. Nunca sabes quien te toca. Amaya no para de hacer cosquillas y sabes que es ella porque va directa, Mónica no puede evitar gritar, Mónica es su hermana y por su olor sabe que no fue ella la que lo beso. Quedan Pedro y Alexandra. Este juego es muy muy divertido. ¿Quién lo besara hoy? ¿Sabrá distinguir? Hoy se concentra en lavarse los dientes, porque todo el mundo dijo que esta prohibido tirarse pedos dentro del armario y no haberse lavado la boca.

Una historia comun...

Después de un pesado dia de trabajo como sexador de pollos Romualdo vuelve en metro a casa. Su cabeza esta aturdida, el sonido de las maquinas de la granja donde trabaja se apoderan de su mente. Agotado se queda dormido.

“Urut es la niña elegida, tendrá que recibir su educación mágica y espiritual del gran sacerdote del Clan; Orso. Tiene 16 años, la encerraran a solas en una choza en mitad del bosque sin comida ni agua. Si sobrevive, será aprendiza de bruja hasta que Orso decida retirarse a la cueva de la montaña y ella sea la sacerdotisa oficial”

El tren se detiene, Pinto, quedan Valdemoro y por fin Ciempozuelos. La furgoneta y su casa en mitad de la nada. Romualdo decide echarse otra cabezada.

“El segundo dia de permanecer en la cueva, llega un joven de piel negra, de otro clan por los tatuajes a fuego. Entra en la choza y le da agua. Urut le mira a los ojos con un sentimiento extraño para ella. Él desaparece corriendo en el bosque. Y ella se queda con sus ojos bailándole en la memoria”

Ciempozuelos, la parada deseada, se baja del tren y toma un descafeinado en el bar de la estación, así aprovecha para hablar con su amigo manolo que es el dueño y casi no se ven. Manolo no esta, Romualdo mira al horizonte el dia termina.

“Dos años después Urut esta ayudando a Orso en la ceremonia de los grandes clanes de la región. Es una tregua de un periodo largo de rencillas. Al llegar a uno de los invitados para servirle la comida, Urut descubre debajo de la piel de oso, al desconocido que una vez sacio su sed”

Al llegar a casa, Romualdo entra en la casa prefabricada donde vive, se cambia de ropa y se va alimentar a sus cuatro caballos. Su vecina le saluda con la mano desde lejos. Hace mucho tiempo que le espera, aunque el no lo sabe. Esta leyendo en el porche.

“Orso le dice a Urut que el hombre de la piel oscura, nunca podrá desposarla. Pues es de otro Clan y además ella es la mujer mágica del suyo y no conocerá hombre en esta vida. Pero le promete hacer un conjuro para que en todas las vidas futuras, sus caminos se entrecrucen por lo menos una vez en cada existencia, Y en alguna de ellas pueda realizar sus deseos”

Romualdo mira a la vecina, no sabe nada de ella pero le cae bien. Si no hubiera tenido tantos desengaños … la invitaría a un café. Pero prefiere concentrarse en sus caballos, cepillarlos, darles amor, compensar esas cuarenta horas, en las que se siente culpable por no tener mas delicadeza con cada pollo que clasifica.

Urut, la mujer mágica del Paleolítico, es la novela que lee la vecina de Romualdo. Trata sobre un amor imposible. Ella no podrá esperar tantas reencarnaciones como su protagonista para encontrar el amor. Hace mucho que observa a Romualdo y al principio solo le caía bien, pero poco a poco el se ha ido adueñando de sus fantasías. Las dos casas son colindantes. Lleva ya varios meses esperando que él diera el primer paso, ha llegado a la conclusión que él es más tímido aun que ella.

A veces Romualdo se pregunta, porque siempre la vecina esta en el porche leyendo a la hora a la que él llega. Pero este pensamiento solo le ocupa medio minuto, porque oye el motor de un tractor en funcionamiento.

La vecina, esta nerviosa, se ha subido en un ataque en su tractor, lo ha dirigido hacia la maya de alambre que separa su parcela de la de Romualdo, ha cerrado los ojos. El tractor se estrella ella cae del golpe al suelo, con la cara llena de grasa.

Romualdo se ha quedado atónito, el tractor de la vecina ha invadido su terreno, ella ha caído desmayada y el ha corrido con lo que tenia en la mano que era un cubo de agua limpia para lavar a los caballos. Cuando se arrodilla a verla, ella abre unos ojos verdes profundos y sonriendele le dice: - Me das de beber, estoy sedienta.

De como el Río Yangtze y La Lavadora Jackson se enamoraron




Yangtze o Río Amarillo; si traducimos su nombre, atraviesa China de Norte a Sur. Es un rio caudaloso que ha escuchado durante siglos y siglos, las historias de la gente que vive en sus orillas o navega por sus aguas. Sus favoritas siempre fueron las de amor. Sin embargo, Yangtze, no supo entender lo que era el amor, hasta el día que se enamoro de La Lavadora Jackson.

La lavadora Jackson, tenia un precioso color plateado, no siempre tuvo ese color, pues tenia mas de veinte años cuando Yangtze la conoció. La pintura blanca que la vestía de joven había desaparecido por completo. Lozana en su buen funcionamiento a veces jugaba a derramar burbujas de jabón por el suelo. Esta diversión inocente había convencido a la dueña de la casa que el mejor lugar para la vieja lavadora era bajo el techado del patio.

Se conocieron una tarde de la estación de lluvias, Yangtze creció tanto que su corriente llego a rozar las paredes plateadas de la Lavadora Jackson. Ninguno de los dos había visto un ser igual. Se miraron fijamente, ella desde el ojo-boca que tenia en el centro de se estructura y Yangtze con sus miles de ojos de agua, multiplicados en cada gota. Yangtze se quedo en trance cuando vio que la Lavadora Jackson tenia dentro de su cuerpo metálico espuma de mar y esta se movía dentro en círculos rápidos.
- ¿Qué tienes ahí dentro?- Le pregunto intrigado.
- Ropa sucia que limpio con esmero–era la primera vez en la vida de la Lavadora Jackson que alguien se comunicaba con ella y sus tuercas chirriaban de emoción. Yangtze se comunicaba casi siempre con los peces, los barcos hundidos o algún pescador ahogado con el que ya tenia confianza. Para él también era la primera vez que se comunicaba con alguien que viviera fuera de sus aguas. Por eso antes de seguir su camino quiso aclarar que tipo de ser era. Y la Lavadora Jackson respondió orgullosa:
- Soy una lavadora, mi nombre es Lavadora Jackson. Y el tuyo, ¿Cuál es tu nombre?
- Yangtze, soy un río y viajó por toda China.- Yangtze se alejo pues tenia que arrastrar la tierra para que después fuera más fértil. Ya quedaban pocos días de lluvias y esa era una de sus labores más importantes o los campesinos no tendrían tierra fértil para sus arrozales.

Una lavadora, se quedo pensando Yangtze. Y estuvo todo un año pensando en que seria una lavadora y cuando lo pensaba se acordaba de esa espuma de mar moviéndose dentro. Esperaba crecer en la próxima estación de lluvias para visitarla. Después de conocer a la Lavadora Jackson, cuando escuchaba suspirar a las mujeres lavando ropa a las orillas del río diciéndose:

- ¿Quién tuviera una lavadora?

Yangtze las salpicaba repitiendo como un eco: - Lavadora, lavadora, lavadora… Era tan grande su obsesión que los peces le compusieron una canción:
“Yangtze, Yangtze, creció y creció
llego hasta una casa y de una lavadora se enamoro y enamoro ”

La lavadora Jackson, también había pensado mucho en Yangtze y agudizando el oído, había oído muchas cosas buenas sobre el río, sobre lo importante que era y como viajaba por toda china y veía mundo. Le envidiaba pues ella primero vivió en la casa de unos ingleses que estudiaban huesos en el pueblo vecino y cuando estos volvieron a su país, le cedieron la Lavadora Jackson a la niñera de sus hijos. Conocía dos cocinas, el interior de un camión donde la habían transportado y ahora lo que divisaba desde el techado en el patio. Se sentía ignorante y pequeña, frente a la inmensidad de Yangtze y todos esos lugares que visitaba. Nunca se había comunicado con nadie y anhelaba también la llegada de la estación de lluvias y para poder hablar con Yangtze. Si no le veía de nuevo, La lavadora Jackson tenia miedo de que su corazón de hojalata dejara de palpitar. Por eso, cada dos días lo llenaba todo de espuma y se movía pequeños centímetros de su sitio como intentando decir:

- Quiero viajar, quiero viajar.

En la siguiente estación de lluvias Yangtze se creció como nunca, pues le había pedido ayuda a sus hermanos el viento y la lluvia. Quería volver a ver a su amor y que si ella lo aceptaba la llevaría en sus brazos de agua por toda China. Por eso una noche de tormenta llego hasta el patio donde estaba sentada La Lavadora Jackson. Y le dijo:

- Llevo un año esperando crecer y volverte a ver.

La Lavadora Jackson a la que nunca nadie le había hecho la corte, se río entre tuercas y atrevida le respondió:

- Yo también quería verte, pues quisiera conocer todos aquellos lugares que bañas con tus aguar. Quien pudiera viajar tanto, yo no conozco mas que este lugar y dos cocinas.
- Si quieres te puedo enseñar todos esos bellos lugares, solo tienes que aceptar mi invitación. ¿Quisiera usted señora Lavadora Jackson ser mi compañera?

Dijo Yangtze, humilde y solemne. Los peces bailaban en sus aguas de expectación y si él se hubiera dejado llevar por sus más íntimos impulsos habría arrastrado a la Lavadora Jackson sin más miramientos. A veces el amor es caprichoso y violento, había oído decir a las gentes, pero por primera vez en su vida, sentía la ansiedad del amor en la fuerza de sus aguas. Por su parte, La lavadora Jackson penso que con tanta agua podría hacer millones de burbujas, penso que podría viajar, el agua era para ella como una sorpresa constante y estar rodeada de ella con las compuertas abiertas era un sueño que nunca oso imaginar. En ese mismo momento amo sinceramente a Yangtze y le canto:
“Viajar, viajar por toda china viajar.
La Lavadora Jackson
contesta si si si,
quiere viajar y viajar
La compañera de Yangtze será será.
Desde ahora hasta la eternidad”

La Lavadora Jackson se fue en brazos de la corriente amorosa y ya más serena de Yangtze. Alguna tarde en la estación de lluvias, la lavadora Jackson deja alguna camiseta o calcetín recién lavado en las orillas del río, pero lo hace solo por no perder la costumbre.